A veces siento que es el “hacer” el que me mantiene vivo, no es el durar, el estar ahí. Y es por ese impulso de hacer, de crear que me involucro en proyectos que para muchos otros no tienen sentido.
Para muchos otros el sentido de vivir es el de tener: dinero, carros, casas, tener y tener, atesorar sin compartir. Presumir de tener.
Para otros es desafiar la muerte en deportes extremos, sentirse vivos al filo del abismo, jugar con las posibilidades menores enfrentado una veloz carrera en un auto de competencias, o saltando en un paracaídas.
Para todos los seres humanos hay un motivo que impulsa el vivir y que los hace sentir vivos, porque vivir, definitivamente no es durar.
Particularmente sigo creyendo en el hacer, y desde hace muchos años entendí ese mandato y hoy, con este proyecto de la Revista Arrierías, siento que es una forma de lucha, desde la palabra, cuando otras luchas son imposibles. Este proyecto que es mi oficio es para decir, para contar, para saber que estamos aquí tratando de que la desdicha sea menos, para reafirmar la vida por medio del oficio escogido, que ha sido el de contar, el de mirar en los otros por medio de la entrevista, y el de narrar lo vivido o escuchado por medio de las crónicas, que es la parte que más me entusiasma del periodismo.
Si por algo nos caracterizamos, quienes amamos el arte en todas sus manifestaciones, es nuestra persistencia, nuestros deseos de hacer y de ser.
Por eso desde mi oficio quiero ser motivación para que otros hagan, quiero provocar esperanza en el desesperanzado, quiero que por mi trabajo en un rostro se dibuje una sonrisa, o que un texto publicado genere alguna emoción.
Es por ello que con la convocatoria que por medio de Arrierías hemos hecho a los jóvenes de Caicedonia entre los 12 y los 16 años para que participen en un concurso de cuento, creo que el grupo que trabajamos en la publicación estamos tratado de que esos jóvenes se enamoren del hacer, del contar, del mirar el entorno con ojos de asombro y descubrir las historias que están agazapadas en cualquier esquina o en cualquier calle, esperando ser contada.
Estamos seguros que los profesores de esos jóvenes les ayudaran a descubrir sus cualidades, les estimularan a que observen con más emoción al que pasa, al que dice, al que obra, al que se sienta con otro semejante para contarle esos sucesos pequeños , pero para cada uno importante, con los que construimos nuestra vida.
Somos creadores y compartimos sin mezquindad las emociones que nacen en nuestro ser más íntimo para el disfrute de nuestros otros hermanos de viaje, para que ellos también sean cómplices de nuestro saberes, de nuestros sentires, de ese desborde que a veces son nuestras propuestas pues somos mensajeros de la creatividad.
Tratamos de enviar mensajes en los que se exalte la belleza y la ternura para que los sentidos ajenos los reciban y compartan un poco de nuestra felicidad y creatividad; pero ante todo y sobre, todo a pesar de nuestras pequeñas vanidades y de nuestras petulancias insignificantes, buscamos ser mejores seres humanos cada día, seres humanos que comparten su oficio para que el mundo sea cada vez mejor.
El Director