¿Qué pretendemos al leer esta clase de novelas? ¿Explorar la gente, la sociedad y sus contrapuestas relaciones íntimas? ¿Afrontar la despiadada sexualidad de nuestro siglo? ¿Por qué consagrarle tiempo a Paradoxia: ¿Diario de una depredadora, de Lydia Lunch, inmolando nuestras emociones a los episodios de tal libro?
No sé cuál es el quebrado puente por donde cruzo, incólume, pero con remordimientos y desasosiegos estéticos y espirituales, de leer a iluminadas místicas sufíes como Rabi´a; o de India, como Lalla, a sumergirme desprotegido en la lectura de libros como este, no sé si mal o bien parido, por mujeres como Lunch, entre cuyas páginas, párrafos y capítulos la palabra se transforma en cortantes notas de No wabe, postpunk, dark jazz y noise.
Hay zonas retorcidas dentro de nosotros para acompañar a la protagonista de la novela por su delirante vida de sexo y drogas, disolución de cuanto pueda ser estándar ético en nuestra sociedad. ¿Cuál es nuestro gozo literario o filosófico como lectores y escritores? ¿Estudiantes de bachillerato y universitarios con acceso a este libro, exprimirán más la tosca lubricidad que viven? ¿Es punto de partida para la náusea hacia el sexo y las depravaciones físicas y morales retratadas sin discursos axiológicos, según el enfoque deshumanizado de Lunch?
Aquí no hay discernimientos sexuales que regulen la vida de la protagonista por parafilias y cloacas del modo de vida norteamericano. Lydia no reivindica discursos feministas con la degradación de su personaje. Al chorrear sus orgasmos en función de inicuas blasfemias existenciales, se entrega por todo lado sin alma ni sentimientos. Con prólogo de la escritoralesbiana Virginie Despentes, se lee en un día, como observando y escuchando a alguien defecar por la boca. Thurston Moore, cantante de hardcore punk, en breve epílogo expresa: “Es preciosa. Puede atraer bestias fascistas a la miel con un mero movimiento de cadera”.
Quise desengancharme del libro, pero el espeso y perfumado, tibio espumarajo de los genitales femeninos por allí follando, como placenta de vampira me enrolló hasta el final. Cuantos frecuentan esferas semejantes en cualquier lugar del mundo, de la literatura, de la novela y las relaciones humanas, al rastrear los personajes de Paradoxia en muchos de sus amigos y conocidos, ratificarán la franqueza de esta novelista azotándonos con sus engendros. Describe su aborto con imágenes desgarradoras, recordándonos circunstancias semejantes relatadas en uno de sus Diarios por Anais Nin, novelista francesa quien más adelante convirtió en estremecedor cuento su fallida vivencia materna.
Éxodo narrativo por entre el sadomasoquismo y la ninfomanía, con la carne expuesta a todo vejamen fantaseado para obtener el orgasmo supremo y retratar el espíritu corrupto de nuestra época. En continuos rituales de alucinación y drogas, la protagonista se describe como “filántropa sexual”. Cantante, actriz y poeta, Lydia es figura notable del Spoken Word. En agosto de 2014 presentó en Colombia su proyecto Retrovirus, deconstrucción del rock independiente. Su literatura empalma con Genet, Hubert Selvy, Bataille y Foucault.
Esta novela transcurre en Manhattan y Los Ángeles, aglutinando cuanto no le cupo en su literatura a Burroughs. “Represento a un género diferente, el de una mujer agresiva, apasionada y articulada. Colombia debe luchar contra esa cultura de la mierda que acepta la muerte y vive en torno a la ambición, el dinero y la destrucción”, dijo Lunch a Andrés Hoyos, en su visita a Bogotá. Si lo desea y va más allá de este comentario, le sugiero escuchar de Lydia su canción Twisted, en YouTube. Con la modulación descarnada de su prosa narrativa. Para abrirle zanjas a la piel, a las esperanzas, a su fe en el mundo y el amor.
El escritor español Marcos Gendre, (1978) especializado en el género de la literatura musical, en una reseña de dicho libro afirma, y es cierto lo que dice: “…no es un grito de auxilio, en realidad se trata de un ataque sin piedad contra todo lo establecido, el germen disfrazado. La misma esencia de Lunch es el bisturí a través del que salen a la luz los cánceres de nuestra sociedad. Nos muestra las tripas del deseo en todas sus formas”.
En uno de sus poemas escribe, o canta, no sé; o bosteza, no sé; o grita, sí sé, y gruñe Lydia:
Contemplad el sufrimiento
como una susceptibilidad aguda
para la geografía y el ejército de espectros
que infestan el paisaje,
que han dado sus vidas desangradas a los antojos
de esos brutos que denigran la vida
celebrando la muerte.