Don Marco Emilio Ocampo

Don Marco Emilio Ocampo

San Rafael es un pequeño municipio situado al oriente del departamento de Antioquia que nació e hizo parte de las concesiones mineras otorgadas a personajes de la política, militares y/o poderosas empresas extranjeras que explotaron grandes extensiones de tierra y, por supuesto, que se convirtieron en dueños de tierra y vidas, esto es, todo lo que se encontrase dentro de los grandes territorios otorgados por gobiernos de turno durante casi todo el siglo XIX. (1)

Aunque aparece en la vida política de la Antioquia grande en 1864, sólo hasta 1871 se reconoció como municipio cuando en Colombia había gran inestabilidad social y política en medio de guerras civiles, hambrunas y miseria, condiciones de vida que obligó al desplazamiento de miles de seres humanos con sus familias y sus pequeños bienes en medio de las dificultades de terrenos selváticos o montañosos que, según el decir popular, eran las tierras de promisión.

Como tierra minera, los dueños de la concesión de la cual el pequeño caserío San Rafael hacía parte, utilizaron mano de obra negra para la explotación de las ricas vetas de oro que había en Antioquia. Importante recordar que en 1861 se dio en nuestro país la liberación de esclavos, hecho que facilitó la consecución de mano de obra barata para la explotación minera. (2)

En ese pequeño poblado nació don Marco Emilio Ocampo, patriarca y tronco principal de una saga familiar con mucha historia en la fundación y desarrollo del municipio de Caicedonia, punto geográfico que pertenecía a otra Concesión denominada Burila a la cual llegó nuestro personaje en 1902. Como muchos antioqueños, huía del hambre y la pobreza de su Antioquia ancestral buscando una tierra para labrar y asegurarle un futuro a sus hermanos quienes llegaron poco después del establecimiento de don Marco Emilio en un fundo que abrió a punta de hacha y machete. Apenas tenía 35 años.

La historia de este pionero es casi la misma de miles de seres humanos y familias que buscaban un futuro mejor. Se desplazó por etapas, siempre buscando la zona más allá del rio Otún, donde tenía referencias de una pequeña y floreciente ciudad fundada el 14 de octubre de 1889: Armenia.

Se decía en aquella época de un extenso territorio perteneciente a la concesión Burila, con dominio de ricos personajes caucanos y del Valle y con administración en la ciudad de Manizales que no ejercía tanta presión sobre el territorio, estaba dando facilidades para el establecimiento de colonos agricultores. Allí llega nuestro personaje en 1902 para Iniciar una nueva vida, más segura, con más futuro que la que había en tierra de sus ancestros, su añorada Antioquia. Más tarde llegarían sus hermanos, Abel y Antonio, avezados arrieros quienes acompañaron a su hermano en la adecuación de uno de los fundos más productivos y con una bella vista sobre los bellos territorios del Quindío donde, desde lo alto, don Marco Emilio oteaba la belleza de la naturaleza de esa región cercana a su finca y añorando, quizá, su familia, sus raíces, su pueblo San Rafael.

Era un hombre tímido, reflexivo, circunspecto, siempre meditando con un cigarro en la boca del cual hizo su habitual compañero. Rígido en su empeño de lograr sus metas como agricultor, hizo de su vida, casi monástica, una forma de servicio a los demás. Extrañamente, siendo pionero, no aparece en las actas de fundación, aunque siempre era citado por sus compañeros colonos entre quienes se recuerda a Lucas Albarán, Joaquín Parra, don Zenón Baena, Paulino Henao, Jesús María Ramírez, entre otros.

Ya había organizado un poco su finca y regresa al pequeño municipio de Armenia donde se casa con Rosa con la cual se viene a Caicedonia y es esta matrona uno de los puntos de apoyo más importantes para continuar su labor como labriego en su finca donde criaba mulas, tenía ganado, sembró caña. Los primeros pobladores siempre recuerdan a la señora Rosa ordeñando sus vacas en el amplio solar de la casona en pleno centro del pueblo.

Del matrimonio nacieron sus hijos Pablo Emilio, Erasmo, Marco Tulio, Raúl, Otilia y Pureza quienes se convirtieron en personajes que seguían la ruta trazada por su padre: trabajar el campo, ser solidarios y defender a ultranza la tierra y el entorno familiar.

Dos de sus nietos -el primero que tuvo en su descendencia-, Marco Emilio Ocampo, médico, hijo de Marco Tulio y Leonisa Restrepo y Rodrigo hijo de Pureza y don Ramón Herrera lo recuerdan llevando, cada ocho días mercado a sus hijos pues siempre estuvo atento a que nada les faltara y cada quince días sacaba mercados a la plaza principal para repartir entre los más necesitados del pueblo. Su férrea fe religiosa lo llevó a contribuir con la construcción del templo al cual asistía religiosamente cada ocho días o cuando necesitaba un apoyo para sus necesidades espirituales. Los donativos para su iglesia en Caicedonia eran constantes. En días de navidad era el centro de las miradas por la solidaridad con sus regalos y por sus mercados para los pobres, acciones que fueron parte fundamental de su vida.

Fallece en Caicedonia en 1951 a la edad de 85 años y sus exequias se convirtieron en actos de tristeza y recuerdo de todos sus actos humanitarios. Don Marco Emilio Ocampo, el pionero, dejó para la historia de nuestro pueblo un recuerdo inolvidable. Un personaje, un patriarca para no olvidar jamás.

  1. Una de las primeras concesiones mineras en manos de capital extranjero, Inglaterra, fue la Frontino and Bolivia Company creada en 1852 que luego se convirtió en la Frontino Gold Mines, dedicada a la explotación de oro en el nordeste antioqueño. La mano de obra, por supuesto, la más pobre y vulnerable de la Antioquia ancestral. La miseria de muchos de estos trabajadores fue una de las causas del desplazamiento de colonos antioqueños a lo largo de la geografía nacional, especialmente a lo que hoy se denomina Eje Cafetero. Ver El 0Espectador, diciembre 4 de 2022, página 4.
  2. Melo, Orlando. Historia Mínima de Colombia, editorial Turner Publicaciones, Colombia 2017.  Página 122

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