Arrierías 60.

La cotidianidad de la muerte no nos permite reponernos pues desde 2019, 2020 y parte de 2021, la desaparición de amigos, familiares y personas del entorno hacen parte del diario vivir.

Son muchas las personas que nos han precedido en este camino cuya meta está más cercana que lejana.

Durante la última semana dos personas educadoras, desde diferentes frentes, han descansado en paz.

Don Juan Manuel Velasco Bravo, ex docente del Sena, en el área de Orfebrería, murió sin cumplir sus deseos de enseñar a un grupo de caicedonitas el arte de la joyería. Se ofreció a ser maestro artesano, pero nadie la paró bolas a pesar de su gran experiencia profesional.

Don Manuel, caballero de pulcra presentación, religioso por devoción, gran conversador y dueño de una amplia cultura, satisfizo los deseos de muchos clientes en cuanto a su solicitud de trabajos en platería, orfebrería y gemas preciosas.

Con él desapareció, tal vez, el último orfebre radicado Caicedonia.

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El emérito profesor Mario Ángel Botero, fallecido en los primeros días de mayo y quien desarrolló su labor como docente en el área de sociales, gracias a ser uno de los primeros licenciados en esa rama del conocimiento que llegó al Colegio Bolivariano.

A pesar de su jubilación como maestro aún tiene muchísimos exalumnos, amigos y compañeros quienes lo recuerdan como un excelente profesor, contertulio, amigo de tragos y tintos, pero sobre todo se evoca la pertenencia a ese grupo selecto de profesionales de la época dorada del Bolivariano.

Invocamos resignación y ofrecemos solidaridad con su familia que tendrá la certeza de que ese jovencito post adolescente que llegó un día al Colegio, ahora está en una tertulia eterna con otros que ingresaron muchachos como: Javier, Alonso, Carlos, Alfonso, Luis Eduardo, Julio, Fernando, los Gustavos, Chucho, entre otros, que se marcharon antes de este mundo.

// foto de Mario Ángel.

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