Arrierías 92
Umberto Senegal
Con su reciente libro, Mapamundi del imperio, (Cali, octubre 2024) donde los límites del minicuento continúan expandiéndose por fronteras de su bella prosa, por los componentes argumentativos y los contenidos sorprendentes, siempre dentro de lo razonable; y cuando también es necesario, fuera de la lógica o en una equilibrada aleación mutua para efectos de lo prodigioso y connotativo que le caracterizan como narrador de microficciones, el macrocartógrafo colombiano de microcosmos literarios Harold Kremer, llega, con esta compilación de toda su producción dentro del cuarto género narrativo, según lo denomina la hispanista ibera Irene Andrés-Suárez, a la integral madurez y magistralidad narrativa del minicuento, dentro de los parámetros que utiliza a lo largo de su notable trayectoria. Por variadas y valederas razones, sustentadas por quienes escriben, estudian o simplemente leen minicuentos; y por distinguidos teóricos de tal expresión narrativa en lengua española, a Kremer se le reconoce por su trayectoria, su perseverante dedicación y la solidez narrativa que ha dado al minicuento, como uno de los destacados referentes sustanciales del género, escribiéndolo o impulsándolo, en Colombia y Latinoamérica.
El comentario de contraportada, informa que este volumen contiene “la totalidad de los minicuentos” del escritor colombiano. Para lectores y estudiosos, familiarizados o poco conocedores de sus publicaciones anteriores, este libro de Harold, al abarcar su producción minicuentística total, le ubica históricamente y dentro del canon micronarrativo no solo colombiano sino hispanoamericano, por su coherencia y temática, por su estilo y la estructura tradicional del microrrelato acompañándole a lo largo de varias décadas, a la altura de cardinales minicuentistas clásicos latinoamericanos por el estilo de Alfredo Armas Alfonzo, Marco Denevi, Luis Britto García, Anderson Imbert y René Avilés Fabila, entre otros. La precisión del lenguaje, es otro de sus notorios aciertos mediante palabras diligentemente elegidas para maximizar su impacto y musicalidad con frases que seducen al lector proclive a tal forma de narrar, orientándolo a través de imágenes desplegadas con dinamismo, como poema en prosa. “Pero aquí somos civilizados: solo en el último plato está el veneno”. “En el pueblo dicen que la tarasca nació de la imaginación de las mujeres”. “Un espejo grande y pesado que multiplicaba mi soledad y mi dolor”. “Algo se iluminó en mi alma, algo sonrió en mi cuerpo, algo mejoró el paisaje de aquella calle triste y sucia”. “Hemos creado para ti una vida falsa, una biografía que enamorará al demonio y a sus secuaces”.
Logro narrativo y obra de arte lingüístico, este libro es más que una colección de minicuentos escritos por Kremer desde su juventud. Universo en miniatura, donde cada minicuento es agujero negro o agujero de gusano hacia lo desconocido. Obra imprescindible para estudiosos del minicuento dicha compilación es joya literaria celebrando el sortilegio de la imaginación y la belleza del lenguaje en sus formas concentradas. Mapamundi compuesto por 133 islas, continentes o archipiélagos minicuentísticos, sugiere una cartografía completa que, vinculada con el género fantástico, hace de este imperio metáfora del dominio de la imaginación, realidades alternativas o microficciones manifestando tensiones poéticas, metafísicas y literarias entre lo posible e imposible. Cada minicuento es un segmento que, al unirse con los demás, conforma una visión global del imperio, símbolo de la humanidad misma. Y en dicho imperio, un notorio feudo con sus particulares límites: Buga. Venerable anciana de 454 años de edad cediéndole sus fantasmas antiguos y modernos a Kremer para que haga realidad múltiples minicuentos suyos que aquí suceden. Dentro del mapamundi, es una ciudad que aporta al narrador sus contextos históricos, sus dramas y su gente para que, desde estos, el cuentista levante otras sutiles arquitecturas con medidas y proporciones que parecen diseñas diseñadas por M. C. Escher.
“¿Es un imperio esa luz que se apaga o una luciérnaga?”, el haiku de Borges encasillado en esta línea de once palabras que puede leerse e interpretarse también como cuento atómico, es uno de los seis epígrafes que al abrir el libro sirven de brújulas para recorrer regiones del señalado territorio narrativo. Exalto el geográfico pero poético título de este reciente volumen de minicuentos de Harold Kremer. La noche más larga, publicado a los 29 años de edad, fue su primer libro. El citado mapamundi, título axiomático del libro, representa emociones, luchas y sueños universales trascendiendo fronteras y culturas dentro o fuera del mapamundi, o alrededor de este, configurando dimensiones no cartografiables del minicuento. Y aunque estos textos sugieren completitud, su existencia narrativa desborda omisiones y simplificaciones. Igual que un haiku. O que un cuento atómico. Uno de los minicuentos da su título al libro divido en cuatro partes:
a. “El ratón tenía la costumbre de…”
b. “Fue en la guerra…”
c. “Cuando el mundo conocido…”
d. “Te sentarás en el andén…”
en el cual los protagonistas son figuras geométricas y puntos personalizados: “El joven punto, obstinado y colérico, decidió enviar ejércitos a los cuatro vértices con la orden de levantar un mapamundi del imperio. Ninguno de los ejércitos volvió”.
Cada uno de los sucintos textos, donde 54 de ellos transgreden la página convencional y el número de palabras para tal género narrativo, uno de ellos titulado Mapamundi real, extraño y fantástico, de tres páginas y 662 palabras cuya longitud lo incluye en la llamada por el notable teórico mexicano Lauro Zavala, en su libro La minificción bajo el microscopio, estética de cuentos muy cortos, cuya extensión figura entre 200 y 1.000 palabras, “categoría constituida por los textos reunidos bajo el nombre de flash fiction”, invitan al lector a cuestionar cuanto queda fuera del mapa, es decir, voces silenciadas y territorios invisibles sugeridos por los motivos y los personajes. Estos microrrelatos presentan bien trazados y compactos fragmentos narrativos que no pretenden componer un todo cohesionado. En este contexto, el título, con el recurrente sustantivo mapamundi, que atrae al escritor, sugiere que cada minicuento es un pequeño trozo del mapa de ese imperio ficticio. La fragmentación del mapamundi refleja la naturaleza dispersa y múltiple del libro, presentándonos piezas individuales para interpretarlas no solo desde nuestro conocimiento del minicuento sino desde las formas como el minicuento nos conmueve, nos desorganiza las representaciones y estándares que del cuento tradicional poseemos. El concepto de imperio, cuando el territorio físico e imaginario está compuesto por microrrelatos que son, de por sí, universos, se aleja de su sentido literal y adquiere connotaciones más amplias representando ideas o narrativas globales.
En este caso, el libro es invitación al lector para construir su propio mapa narrativo porque cada microrrelato es punto cardinal, espacio en blanco que debe poblar con su interpretación y experiencia personal. La mente del lector, en este sentido, es el imperio, territorio inexplorado revelándose conforme avanza en la lectura,imposibilitado para dominar completo un espacio o un relato. Por sus características fronteras, dentro del minicuento siempre aparecerán zonas que escapan al control, límites difusos desafiando lo retórico. Con su estilo y sus contenidos, cada minicuento capta la atención del lector transmitiéndole imágenes vigorosas, y con pocas palabras provocándole reflexiones perdurables. En este mapamundi, lo fantástico emerge como elemento central que transforma la realidad ordinaria en territorios donde lo extraordinario irrumpe sin previo aviso, revestido de cotidianidad. En varios de sus magistrales microrrelatos, el sugestivo desenlace sobreviene en los renglones finales. Siempre alerta al final. Siempre sorpresivo al desencadenar toda la acción y la trama en las palabras conclusivas del último fragmento. O en la frase final. Si se le acecha en gran parte de su producción narrativa, estos remates son siempre la personal y grata característica de los minicuentos de Harold, cuya colisión trastoca cuanto el lector podía imaginar o intentaba deducir.
Cada texto se transforma en microcosmos donde lo irreal desafía las leyes de la lógica. Induciéndonos a reconsiderar nuestra comprensión del mundo, Kremer redacta desde los límites de lo imposible, mostrando desbordante creatividad y capacidad evocadora en cualquier arista de la realidad que se sitúe. Ceci, es uno de los minicuentos que me sobresaltaron, junto con La casa, San Jorge y el dragón, Los pescadores, La quimera, y el más breve del libro, Sueño, con solo 23 palabras, casi un cuento atómico. Uno de los matices notables del libro es la pluralidad de temas que abarca, con minicuentos que, entre escenarios cotidianos, de improviso se revisten con algún elemento prodigioso. Gracias a la cohesión estilística que recorre toda la obra mediante un lenguaje cargado de imágenes sugestivas invitando al lector a llenar los espacios en blanco, su economía de palabras no sacrifica ni altera la profundidad ni la belleza. Minicuentos que pueden parecer sencillos, contienen preguntas filosóficas y psicológicas sobre el comportamiento humano, logrando que cada texto se convierta en una chispa que enciende la imaginación y deja al lector, gracias a lo fantástico e irracional como instrumentos para explorar temas universales, reflexionando mucho después de haber terminado la lectura. “Insólitos, maravillosos y fantásticos”, explica el subtítulo del libro, dentro del clima que para el adjetivo final define el filósofo, poeta y crítico ruso Vladímir Soloviov: «En lo fantástico verdadero, siempre existe la posibilidad exterior y formal de una explicación simple de los fenómenos, pero al mismo tiempo esa explicación está privada por completo de probabilidad interna».
Calarcá, Quindío. Llanitos de Gualará
Noviembre de 2024