Las promesas que hacemos son sagradas. Y sabemos que debemos cumplirlas, porque siempre hay un: “pero en serio”. “No me falle”. Y no se puede incumplir. Hay muchas personas que confían en lo que decimos y no podemos dejar que se pierda la credibilidad.
Las promesas que hacemos tienen una petición que las personas no nos dicen, pero con ello, desean saber qué tan confiables somos.
Las promesas que hacemos van ligadas con esas personas a quienes queremos y no deseamos hacerles daño alguno. Prometemos y no debemos violar esa o esas promesas. Es delicado y no podemos perder credibilidad con esa persona.
Las promesas que hacemos debemos cumplirlas, porque si alguien ha confiado en nuestra palabra, no podemos defraudar. Debemos ser completamente serios en ese sentido.
Las promesas que hacemos, en ocasiones, no se cumplen por diversos motivos y por ello, debemos disculparnos. En ciertas oportunidades,es difícil satisfacer, pero se debe intentar. Que quede al menos esa tranquilidad en el corazón. Que se hizo un gran esfuerzo, pero no se pudo. Hay motivos más fuertes e imposibles de resolver.
Las promesas que hacemos deben tener un asidero. Deben ser fundamentadas. No pueden ser pactos con el diablo, sino compromisos, primero con nosotros y luego, con las personas a quienes no podemos fallarles.
Hay quienes hacen promesas a diario y sabemos que por más que se esfuercen, siempre van a contravenir la palabra que han dado. Lo hacen para convencer, para que los demás crean en esas dulces palabras llenas de hipocresía. Y surgen así ciertos personajes que ofrecen esta vida y la otra.
Este país sería canonizable en su gran mayoría, pues quienes piden que crean en su palabra andan por doquier llevando mentiras envueltas en regalos, ofrendas y mil detalles más.
Actualmente, se ven promesas hasta en vallas, se escuchan por radio, se ven en ciertas reuniones. La gente, agolpada para escuchar al promesero, aplaude a rabiar cuando este termina su disertación. Ha hecho una serie de promesas que lo llevarán donde él quiere. No necesita sino convertirse en un mago de la palabra y todos quedan adormecidos ante su perorata.
Las promesas que hacemos deben ser completas, ciertas y no solamente ofrecer porque sí. Hay quienes prometen mucho, pero de todas esas ofertas, poco o nada se cumple.
Es fácil prometer y prometer mucho. Algunos lo hacen y ni el diez por ciento cumplen. No son capaces porque lo que buscan es acomodarse donde quieren. Después, vendrán las mentiras de siempre.
Por ello, cuando prometamos algo, lo debemos cumplir. Debemos hacer que los demás sientan que se puede confiar en lo que decimos.
Escribir sobre este tema resulta interesante, porque me enseña a ser mejor cada día. Hay promesas que pueden ser muy reales y con un gran significado para quien ha escuchado la promesa.
“Las promesas son olvidadas por los príncipes, no por el pueblo” – Giuseppe Mazzini