IMAGEN BIBLIOTECA ARCHIVO GENERAL DE INDIAS – SEVILLA- ESPAÑA
ARQUEOLOGO
COORDINADOR COMITE DE PROTECCION
ARQUEOLOGICO DEL QUINDIO
Erminie Wheeler-Voegelin, una pionera en el campo de la etnohistoria, plantea que se trata del:“estudio de las identidades, ubicaciones, contactos, movimientos, costumbres y hábitos tradiciones culturales y población misma de un grupo étnico”. |
La Etnohistoria, es la rama que aporta datos irrefutables suministrados por las antiguas Crónicas de los siglos XVI, XVII y XVIII, lo mismo que los toponímicos y antroponímicos que explican un momento en el proceso cultural de las sociedades y sus manifestaciones culturales registradas por la etnografía moderna, la etnohistoria, la arqueología y la antropología, en el estudio de sociedades de diferentes regiones del mundo, la relación con otros grupos diversos y con los obstáculos políticos y afinidades que representen.
Los diversos orígenes de estudio y aportes de la Etnohistoria:
- Enunciados originales como escritura jeroglífica, códices, crónicas, cartas de relaciones, otros.
- Enunciados originales de textos trabajados con base a las fuentes primarias y los documentos que a partir de ellas han generado otros y otras investigaciones.
“También tienen gran importancia los estudios arqueológicos y su interpretación, así como las fuentes recopiladas en campo. La etnohistoria visual se basa en las imágenes captadas y empleadas para la comprensión y estudio de los sucesos del pasado, muchos de los que llegan a nuestro presente y son por ello motivo de consulta con la gente de tradición o de quienes presenciaron o escucharon historias orales temáticas”. {subst:n Aviso referencias Etnohistoria} |
LA ETNOHISTORIA NUESTRA
Sobre este particular la información de los Cronistas de Indias, que recorrieron junto a los conquistadores nuestro territorio del Valle Medio del Río Cauca, es demasiado fraccionaria y escasa.
Cieza de León por ejemplo sólo anota, entre otros mínimos conceptos, … “Los hombres y mujeres eran bien dispuestos y las mujeres muy amorosas…” Don Ernesto Restrepo Tirado, basado en la observación del arte figurativo de la orfebrería de la zona, se aventura a afirmar que los nativos eran de formas rollizas, musculatura fuerte y de pequeña estatura.
Refiriéndose a este aspecto, Robledo decía; “Son más bastos y más morenos y doblados que los de Humbra…” (op. cit.)
Los rostros de los indios eran anchos y alargados por la deformación del cráneo que ellos practicaban aplicando tabletas en la frente y en occipital de los recién nacidos, en esta forma los huesos se achataban y la cabeza crecía en altura. Es, Cieza de León el que describe esta costumbre de Chancos y Quimbayas (op. cit. cáp. XXVI, pag. 378).
En los recorridos por varias regiones del Quindío, a decir del investigador Luis Duque Gómez, en los años de 1941 y 1943 se adquirieron varios cráneos que habían sido encontrados en sepulturas indígenas de la zona, en las cuales se advierten huellas manifiestas de una deformación artificial craneana de tipo tubular oblicua, lo que viene a confirmar las aseveraciones del autor de la “Crónica del Perú”.
Si bien Robledo afirmaba que los Quimbayas vestían como los indios de Anserma, es igualmente evidente que en las figuras antropomorfas de cerámica y orfebrería, éstas aparecen semidesnudas, pues en las mismas sólo se ven algunos adornos, consistentes en joyas colocadas en distintas partes del cuerpo, lo que nos lleva a deducir que los adornos y las sartas de chaquira con los cuales confeccionaban collares y fajas que usaban los señores de la tribu y por los que pagaban crecidas sumas, preferencialmente vale la pena traer a colación el hecho de tumbas excavadas en territorio Quimbaya en donde se han encontrado cantidad de torteros, o volantes de huso, hechos generalmente en barro y decorados con incisos geométricos, rellenados con pasta blanca. Su profusión indica la importancia de hilados y tejidos dentro de la gama de actividades de estos nativos.
Además, todavía después de la conquista se señalaba a estos aborígenes como parte del tributo que debían pagar en mantas de algodón hilado. Como puede verse, al margen de las evidencias arqueológicas, la importancia de esa industria entre los prehispánicos de la zona.
Este medio les dio la oportunidad de cultivar variados productos como base de su alimentación, como maíz y yuca, complementados con pescado, miel de abejas y variedades de frutas entre chontaduros, caimitos, ciruelas, aguacates, guabas, guayabas y muchas más. La espesura constituyó un medio favorable para la cacería.
En las zonas de reciente desmonte del Quindío hoy cafetales, todavía pueden verse vestigios de las antiguas sementeras de los indios. A pesar de que las crónicas de los siglos XVI y XVII no se menciona el cultivo de la papa, es indudable que debió existir. Veamos lo que escribió Don Luis Arango C. (Op. cit., pág.145) “y sucedió en la finca denominada la Argentina, en una tumba de tambor encontrada. Esta de un metro de diámetro y ocho de profundidad, con bóveda de 4×4 m, guardaba tres cadáveres, al lado de los cuales se encontró el siguiente ajuar funerario; tres vasijas globulares y en una de ellas, con restos de papa revuelta con frisoles”.
La falta de investigación por parte de la Etnohistoria para Colombia (Crónicas y Arqueología), presenta escasez y detalles sobre la mayoría de la vida cotidiana de estas sociedades prehispánicas.
Cieza de León sólo habla de un bejuco que servía como laxante. También, “por todas partes de las indias que yo he andado – comenta Cieza de León -, he notado que los indios naturales muestran gran deleitación en traer en las bocas raíces, ramos o yerbas, y así, en la comarca de la ciudad de Antiocha, algunos usan traer de una coca menuda y en las provincias de Arma, de otras yerbas; en la de Quimbaya y Anserma, de unos árboles medianos, tiernos y que siempre están muy verdes, cortan unos palotes con los cuales se dan por los dientes sin descansar”, (Op. cit. cáp. XCVI, pág.440).
DESARROLLO HISTORICO DE LOS QUIMBAYAS
Si bien todavía es escaso un inventario parcial de los elementos relevantes de la cultura de los pueblos llamados QUIMBAYA, vale la pena destacar, por la impresión directa que sobre el fenómeno percibieron en su privilegiada doble condición de protagonistas y cronistas de la conquista; a: Pedro Cieza de León, de Extremadura (España), compañero de Pedro de Heredia, cofundador de la vieja Cartago (hoy Pereira) y soldado a órdenes del Mariscal Jorge Robledo. Su Libro “Crónica del Perú” es considerado hoy con justicia uno de los mejores relatos del Siglo XVI sobre el occidente de Colombia y valiosa información acerca de las características de la cultura material y espiritual de los indígenas asentados en el territorio del antiguo Caldas, al momento de advenimiento de los Españoles.
Don Juan Castellanos, quien escribiera “Elegías de Varones Ilustres de Indias”, donde narra en su tercera parte y a manera de cantos, la ruta seguida en los varios y productivos viajes de Badillo, Belálcazar y Robledo por tierras de Antioquía, Caldas, Risaralda, Quindío y Norte del Valle del Cauca, donde describe en versátil y jocoso estilo los usos y costumbres de sus primitivos moradores.
El presente aparte, es una introducción acerca de los datos recopilados en las crónicas de los españoles que llegaron a nuestra zona del actual Eje Cafetero en épocas de la conquista y describieron los grupos humanos que aquí habitaban, si bien, debemos reconocer la gran cantidad de grupos y la alta densidad de población que encontraron, es claro que muchos de estos grupos tuvieron mayor interés para los cronistas y fueron más detallados en sus descripciones; como es el caso del grupo denominado como QUIMBAYA, grupo del cual se encuentran abundantes y variadas descripciones.
Por otra parte, actualmente se ha tratado de llegar al consenso de reconocer que el actual territorio del departamento del Quindío, estuvo habitado por un grupo diferente a los Quimbayas y muy someramente descrito por los estudiosos de los cronistas quienes los denominan como Quindos o Quindíos, propuesta que a luz de los nuevos datos arqueológicos ha venido tomando fuerza (García, Joel, 1987- Tesis de grado).
Los grupos ubicados en el actual territorio del departamento del Quindío pertenecían a dos identidades culturales diferenciados: los “Quimbayas”, que ocupaban la zona noroccidental de la Hoya del Quindío y los “Quindos” localizados en la cuenca del río Quindío y zonas cordilleranas adyacentes –zona de piedemonte del costado occidental de la cordillera Central, que de la zona comprendida como habitat del pueblo Quimbaya, debe deslindarse toda la cuenca del río Quindío, donde supuestamente moraba el grupo indígena de los “Quindos” (García, Joel, 1987:14), otros autores afirman que los “Quindos” tenían diferencias sustanciales en la lengua y en sus costumbres con los “Quimbayas” (Duque 1970 y Tovar 1992:59), situación que es corroborada por un documento del año 1585 en el cual el gobernador de Popayán hace una visita a los territorios adscritos a la jurisdicción de Cartago, en la cual indica, que los pueblos de la hoya del Quindío formaban un grupo diferente a sus vecinos, los Quimbayas, especialmente en su lengua (García, Joel, 1987:14), según Juan Friede, los Quindos eran uno de los grupos vecinos de los Quimbayas y ocupaban la hoya del río Quindío, hablaban una lengua diferente y eran poco numerosos (Friede 1982 en: INTEGRAL 1996:16).
Algo singular a todas estas descripciones es la afirmación de que los datos etnohistóricos acerca de los “Quindos” son muy escasos.
Pero entonces: Cuál es el territorio ocupado por los Quindos?, según la etnohistoria y los datos arqueológicos lo más posible es que se ubicaron entre el río Barbas al norte, el río la Vieja al nor-occidente y toda la cuenca del río Quindío, incluyendo el sector occidental de la cordillera Central y muy posiblemente parte de su costado oriental y que limitaran al nororiente con el grupo étnico Pijao al suroccidente con los ríos Barragán y La Vieja (Duque 1967:148-153) y los Grupos de los Gorrones y al occidente y noroccidente con el territorio del grupo Quimbaya, lo cual estaría demostrando que la zona de los actuales municipios de Quimbaya y Filandia estaba poblado por lo Quimbayas y no por los Quindos.
Otro importante aspecto que hay que observar, es la referencia a que los Quindos eran un grupo que hablaba una lengua diferente a la de sus vecinos los Quimbayas, esto pone en perspectiva que este grupo debía tener una identidad cultural diferente y que está debía ser reflejada en su cultura material, lo cual es una de las perspectivas arqueológicas que se han venido corroborando con las investigaciones realizadas y que deben buscar ahondar en el conocimiento y descripción de éstas diferencias y la construcción de un corpus de información tanto arqueológico como etnohistórico que permita conocer al grupo “Quindo”.
Todo parece indicar que el incipiente conato de rebeldía al interior de las huestes del muy ilustre Mariscal Robledo, se debió en principio, al interés demostrado por éste en adelantar un exhaustivo reconocimiento de la provincia de Quimbaya, una vez consumada la conquista de los Indios de Armas.
Pero dejemos en la prosa magistral de Cieza de León, – que cita profusamente en la investigación -, la descripción de esta provincia:
“Como estos cañaverales que he dicho sean tan cerrados y espesos; tanto, que si un hombre no supiese la tierra se perdería por ellos, porque no atinaría a salir, según son grandes; entre ellos hay muchas y muy altas cribas, no poca anchas y de muchas ramas, y otros árboles de diversas maneras, que por no saber los nombres no los pongo. En lo interior de ellos o de algunos hay grandes cuevas y concavidades donde crían dentro de abejas, y formando el panal, se saca tan singular miel como la de España. Hay en esta provincia, sin las frutas dichas, otras como una que se llama caimito, tan grande como durazno, negro por dentro; tienen unos cuexquecitos muy pequeños, y una leche que se apega a las barbas y manos, que se tarda harto en tirar; otra fruta hay que llaman ciruelas, muy sabrosas; hay también aguacates, guabas y guayabas…”
Como los cañaverales son tan espesos, hay muchas alimañas por entre ellos, y grandes leones, y también hay un animal que es como una pequeña raposa… llaman a este Chucha” (cap. XXV.pág. 376-7), tales eran el panorama y las características del medio en que vivían los pueblos Quimbayas.
Localización
Las notas que sobre el particular se transcriben no deben tomarse observadas desde el patrón general de “Cultura Quimbaya”, término genéricamente utilizado para referirse a un conjunto de objetos arqueológicos de cerámica o piezas de orfebrería procedentes de distintas zonas de los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda. Si partimos de consideraciones ya enunciadas, advertimos que los principales rasgos de este complejo cultural, son la resultante de un prolongado proceso, en un período cronológico más o menos dilatado y en un espacio que rebasa las fronteras territoriales de dicho grupo. El historiador Emilio Robledo (1916) basado en el escribano Sardella, modifica las líneas divisorias así: el río Tacurumbí (Chinchiná) al norte, el río Quindío al sur, Cucuca del Cauca al occidente y la cordillera Central al oriente.
Sin embargo, algunos investigadores modernos consideran casi caprichosamente, que de la zona comprendida como hábitat del pueblo Quimbaya debe deslindarse toda la cuenca del río Quindío, donde supuestamente moraba el grupo indígena de los Quindíos, que ellos afirman, tenían diferencias sustanciales en la lengua y en usos y costumbres con los “Quimbayas”. Esgrimen, para el efecto, un documento en que relata la visita que practicara en el año de 1585, el gobernador de Popayán a los territorios adscritos a la jurisdicción de Cartago y el que contiene dicen, claras noticias que indican que los pueblos de la hoya del Quindío formaban un grupo diferente de sus vecinos, los Quimbayas, especialmente en la lengua, razón, que según parece, se tuvo en cuenta para no reunir a estos nativos con otros naturales, en las agrupaciones indígenas, mandadas a formar en ese entonces.
Los Quimbayas, llegaron del norte a la zona, en el siglo XVI, al suroeste de los carrapas, después de haber sido desalojados por las fuerzas del cacique Irrúa. Para ocupar esta franja sostuvieron sangrientas y enconadas contiendas, con sus antiguos moradores, hasta exterminarlos. “También antiguamente – escribe Cieza de León a este respecto -, no eran naturales estos indios de Quimbaya, pero muchos tiempos a que se enfrentaron en la provincia, matando a todos los naturales, que no debían ser pocos, según los dan a entender las muchas labranzas, pues todos aquellos bravos cañaverales parece haber sido poblado y labrado y lo mismo las partes donde hay monte, que hay árboles tan gruesos como dos bueyes y otros más; donde se ve que solía ser poblado; por donde yo conjeturo haber gran curso de tiempo que estos indios poblaron estas indias…”(op. cit. cap. XXIV pág.376). Más adelante agrega: “Y así, en los términos de la Villa de Arma, de la gobernación de Popayán, está una gran provincia, entre la cual y la de Quimbaya (que es donde se fundó la ciudad de Cartago) había cantidad de gente; los cuales, llevando por capitán o señor a uno de ellos, el más principal, llamado Irrúa, se entraron a Caparra, su provincia, de lo mejor de ella.
Estos datos constituyen una inestable revelación, dada la confirmación de por lo menos dos (2) ocupaciones o estratos culturales es esta región arqueológica: una primitiva, integrada por clanes agricultores, según vestigios de surcos vistos por el cronista, y la población Quimbaya en pleno auge al arribo de los españoles (Siglo XVI), formada por hábiles orfebres, ceramistas y tejedores.
De acuerdo con la narración histórica, las casas Quimbayas eran pequeñas y el techo conformado por hojas de caña superpuestas. Para el paso de los ríos tendían puentes extendidos con guaduas entrelazadas fuertemente con sólidos bejucos. La ubicación de las viviendas estaba en lo alto de las lomas y muy cerca de las sementeras, las que estaban formadas por surcos verticales descendiendo por las inclinaciones; morfología típica de los terrenos de suelo volcánico.
Sobre este particular la información de los cronistas es demasiado fraccionaria y escasa. Cieza de León por ejemplo sólo anota, entre otros mínimos conceptos,… “Los hombres y mujeres eran bien dispuestos y las mujeres muy amorosas…” Don Ernesto Restrepo Tirado, basado en la observación del arte figurativo de la orfebrería de la zona, se aventura a afirmar que los nativos eran de formasrollizas, musculatura fuerte y de pequeña estatura. Esta teoría a su vez es refutada por otros varios investigadores, quienes argumentan que: “…ignorándose la cronología del arte Quimbaya es imposible determinar en que fueron hechos los objetos” (op. cit. Apéndice, pág. 123). No obstante es evidente que la orfebrería Quimbaya estaba en pleno apogeo cuando llegaron allí los españoles. Varios jefes nativos dieron a Robledo ricos presentes consistentes en hermosas vasijas de oro y otras joyas, que se describen con entusiasmo en las crónicas de la época. Refiriéndose al aspecto romántico, Robledo decía; “Son más bastos y más morenos y doblados que los de Humbra…” (op. cit.)
Los rostros de los indios eran anchos y alargados por la deformación del cráneo que ellos practicaban aplicando tabletas en la frente y en occipital de los recién nacidos, en esta forma los huesos se achataban y la cabeza crecía en altura. Es Cieza de León el que describe esta costumbre de Chancos y Quimbayas (op. cit. cáp. XXVI, pag. 378).
En nuestros recorridos por varias regiones del Quindío, a decir del investigador Luis Duque Gómez, en los años de 1941 y 1943 se adquirieron varios cráneos que habían sido encontrados en sepulturas indígenas de la zona, en las cuales se advierten huellas manifiestas de una deformación artificial de tipo tabular oblicua, lo que viene a confirmar las aseveraciones del autor de la “Crónica del Perú”.
Si bien Robledo afirmaba que los Quimbayas vestían como los indios de Anserma, es igualmente evidente que en las figuras antropomorfas de cerámica y orfebrería, éstas aparecen semidesnudas, pues en las mismas sólo se ven algunos adornos, consistentes en joyas colocadas en distintas partes del cuerpo, lo que nos lleva a deducir que los adornos y las sartas de chaquira con los cuales confeccionaban collares y fajas que usaban los señores de la tribu y por los que pagaban crecidas sumas, preferencialmente vale la pena traer a colación el hecho de tumbas excavadas en territorio Quimbaya en donde se han encontrado cantidad de torteros, o volantes de huso, hechos generalmente en barro y decorados con incisos geométricos, rellenados con pasta blanca. Su profusión indica la importancia de hilados y tejidos dentro de la gama de actividades de estos grupos.
La Agricultura
Los más importantes y numerosos núcleos Quimbayas estaban localizados en el piso térmico templado del territorio. Este medio les dio la oportunidad de cultivar variados productos como base de su alimentación, como maíz y yuca, complementados con pescado, miel de abejas y variadas frutas (chontaduros, caimitos, ciruelas, aguacates, guabas y guayabas). En las zonas de reciente desmonte del Quindío hoy cafetales, todavía pueden verse vestigios de las antiguas sementeras de los indios. A pesar de que las crónicas de los siglos XVI y XVII no se menciona el cultivo de la papa, es indudable que debió existir. Veamos lo que escribió Don Luis Arango C. (Op. cit., pág.145) “y sucedió en la finca denominada la Argentina, en una tumba de tambor encontrada. Esta de un metro de diámetro y ocho de profundidad, con bóveda de 4×4 m, guardaba tres cadáveres, al lado de los cuales el siguiente ajuar funerario; tres vasijas globulares y en una de ellas, restos de papa revuelta con frisoles”.
Las crónicas no traen, casi ningún detalle. Cieza de León sólo habla de un bejuco que servía como laxante. También, “por todas partes de las indias que yo he andado – comenta Cieza de León -, he notado que los indios naturales muestran gran deleitación en traer en las bocas raíces, ramos o yerbas, y así, en la comarca de la ciudad de Antiocha, algunos usan traer de una coca menuda y en las provincias de Arma, de otras yerbas; en la de Quimbaya y Anserma, de unos árboles medianos, tiernos y que siempre están muy verdes, cortan unos palotes con los cuales se dan por los dientes sin descansar”, (Op. cit. cáp. XCVI, pág.440). Varias de las figuras antropomorfas de oro encontradas en el área Quimbaya portan en las manos, objetos similares al “poporo”, elemento aún utilizado por los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta para masticar la coca.
Cieza de León, evalúa en el siguiente pasaje, la riqueza aurífera de los ríos que bañaban la provincia. “Estando yo en esta ciudad – se refiere a Cartago – el año pasado (1547) se sacaron en tres meses más de quince mil pesos, y el que más cuadrilla tenía era tres o cuatro negros y algunos indios”. (Op. cit. cap. XXIV, pág. 375). Resalta entonces como los Quimbayas explotaban yacimientos auríferos en su territorio y trabajaban este metal con avanzadas técnicas metalúrgicas. Según parece los caciques tenían una especie de privilegio en el beneficio minero, o al menos eso se desprende del texto del mencionado cronista que a continuación citamos “… y los señores solamente eran muy ricos de oro. De todas las cosas que por los ojos eran vistas tenían ellos hecho joyas de oro y muy grandes vasos, con que bebían de su vino…” (Ibid). Robledo también se refiere en sus escritos a la extraordinaria riqueza de piezas de oro de estos nativos: “Esta provincia no es otra lengua que la de Santa Ana, muy diferente que no se entiende si no es por intérprete que entre ellos hay, que saben la una y la otra son enemigos; y hay mayores señores y de mayor pundonor, y son más señores en el mandar; beben con vasos de oro, y hay vasos que pesan trescientos castellanos; es tierra rica endonde todos los indios poseen mucha cantidad de joyas… tienen sus cucharas de oro y vasijas… (Op. cit.).
Entre los espesos guaduales de la zona, se levantaban además otros árboles, como las cribas en cuyo tronco formaban colmenas, que explotaban los indios como complemento de su alimentación y para la utilización de la cera en la confección de los rostros de sus ídolos, y en la fabricación de objetos de oro por el sistema de fundición de la cera perdida y en la técnica de la pintura negativa en vasijas y cerámica figurativa de carácter ceremonial.
Las colmenas eran de variadas clases, cuya miel ponderada y comparada con la mejor de España: “Unas abejas hay que son poco mayores que los mosquitos – decía Cieza de León.
Explotación de las salinas
Ante la proliferación de fuentes saladas en este territorio, éstas eran objeto de activa explotación, con lo que mantenían un incipiente comercio con sus vecinos y aun con tribus lejanas con las que intercambiaban además mantas y variados objetos de orfebrería.
La elaboración de la sal la describe el cronista Cieza de León así: “En un pueblo que se llama Cori, que está en los límites de la Villa de Anserma, está un río que corre con alguna furia; junto al agua de éste están algunos ojos del agua salubre que tengo dicha y sacan los indios naturales de ella la cantidad que quieren; y haciendo grandes fuegos, ponen ollas bien crecidas en que cuecen el agua hasta que mengue tanto, que de una arroba no queda medio azumbre; y luego con la experiencia que tienen, la cuajan y se convierte en sal purísima y excelente, y tan singular como la que sacan las salinas de España. (Op. cit. cap. XXXV, pág. 387).
“No tienen creencia ninguna; hablan con el demonio de la manera que los demás”, (Cieza de León, op. cit. cap. XXIV, pág. 376). Esta cruda afirmación permite suponer la existencia de prácticas religiosas y de ceremonias destinadas a conseguir el favor de sus dioses.
Su arte (cerámica y orfebrería) refleja un profundo sentimiento espirituoso.
De otro lado el agua tenía entre ellos, especiales poderes curativos, y a ella acudían, por medio de baños repetidos para ese efecto.
En el año de 1546 – dice Cieza de León: “Los Quimbayas y otros pueblos indígenas fueron víctimas de una peste singular, ocasionando numerosas víctimas. Esta consistía en fuertes dolores de cabeza, con altas fiebres y dolor de oído. La muerte sobrevenía en dos o tres días”.
Según varios indios que explotaban una fuente salada cercana al río Consota, vieron a un hombre “alto de cuerpo, el vientre rasgado y sacadas las tripas e inmundicias y con dos niños de brazos; el cual llegado dijo: Yo os prometo que tengo matar a todas las mujeres de los cristianos y a todas las más de vosotros”. Pero no obstante, los Quimbayas tenían la creencia de su relación con el más allá y con la existencia de otra vida después de la muerte, a la que había que llegar con recursos propios de la de este mundo, por ello el contenido de vino, maíz, pescado y otras muchas cosas en sus sepulturas.
Acostumbraban celebrar los Quimbayas fiestas especiales de carácter ritual, buscando el favor de sus dioses, especialmente para sus cosechas. Estas consistían en danzas ceremoniales al compás de tambores, acompañadas de libaciones de chicha y cantos que expresaban las necesidades tribales.
“Cuando salían a sus fiestas y placeres, juntábanse todos los indios y dos de ellos con dos tambores hacían son, donde tomando otro la delantera comienzan a danzar y bailar; al cual todos siguen y llevando cada uno de la vasija del vino en la mano; porque beber, bailar y tocar todo lo hacen en un tiempo” (Op. cot. cap. XXIV, pág. 375) Cieza de León.
Las armas con que combatían a sus enemigos eran lanzas y dardos que lanzaban con estólicas o tiraderas; de pelo humano hacían rodilas con la que atajaban las flechas de sus contrarios. De estos instrumentos guerreros se conservan fragmentos en el Museo Arqueológico Nacional, en lo que fuera el hallazgo en una tumba excavada en zona vecina al río Calima.
Organización Política y Social
La institución del Cacicazgo estuvo bien cimentada entre los Quimbayas, que en otros grupos del antiguo departamento de Caldas. En esta región había cerca de ochenta señores principales que manejaban cada uno poco más de 200 súbditos, de acuerdo con las crónicas. Los señores practicaban el matrimonio poligámico y conseguían sus esposas entre los parientes, una de las cuales era señora principal y de ella nacía el heredero, si estos faltaban el señorío pasaba a manos del hijo de la hermana.
Estos jefes indígenas permitieron la dominación española sin oponer resistencia, pero ante la carga tributaria impuesta por la corona española, empezaron a tramar clandestinamente una rebelión general en el año de 1542, conspiración que fuera descubierta y reprimida en forma cruel y sangrienta.