“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”.
Hipatia de Alejandría.
Salí a comprar flores para decorar la casa, preparaba una celebración familiar, era un día domingo poco antes del mediodía despejado, la caminata hacia el lugar de destino revitalizaba mis pasos y la energía que fluía en mi cuerpo era ideal.
Pasaba frente a la universidad del norte, en la ciudad Milagro, en el andén de la entrada de la instalación universitaria se reunían entre semana estudiantes y transeúntes a comprar las arepas en el puesto de doña Julia. Estaba quieta la mañana dominical, parecía descansar del movimiento de la semana, sentado en el pequeño muro que se presta de estaño, estaba “el solitario” hombre pequeño y enjuto que hacía sonar su tarro de lata reciclado, las monedas que servían de alarma con su sonido metálico se instalaron en mis oídos, seguí de largo por el afán de encontrar abierta una floristería, el instrumento sonoro del hombre solitario con mirada perdida despertó un eco en el vericueto de mis pensamientos.
Parecía que solo él existiera y quienes por allí pasábamos dejáramos indiferencia y una que otra moneda, lo advertí cuando pase de largo y me cuestioné. ¿Qué era una moneda para una persona en su estado?¿Saciaría el hambre? ¿El abandono y la desprotección a sus años?
Un solitario hombre de años acumulados y de rostro trajinado, su pierna izquierda reemplazada con un implante metálico apoyaba la mitad de su existencia sobre el piso.¿Quién le conversaría?¿Cómo sería su vida?, me preguntaba.
Me dije: de retorno, si aún lo encuentro, le pediré permiso para conversar. A menos de tres cuadras encontré la floristería aún abierta, las flores que quería me estaban esperando, pague el precio de mi compra y con un afán marcado por la intensión de devolverme por la misma calle y que aun estuviera el solitario en el andén de la universidad.
Efectivamente ahí estaba el solitario, intensifico el sonido del sonajero y juntando unas monedas le pedí el favor, y le dije que si no le molestaba que conversáramos. Le mostré las flores recién compradas le hable del día resplandeciente que nos acompañaba, y sin más le pregunte como se llamaba , me dijo: Mario, con su presentación me regalo una sonrisa yo hice lo mismo, hace cuanto se sienta en este lugar, unos cuantos meses – le dije que nunca lo había visto, prosiguió contándome que entre semana algunos días salía en la mañanay los domingos de acuerdo como se presentara el tiempo, siempre se sentaba en ese mismo lugar añadió, desde que tuve el accidente no pude volver a mi oficio de mecánico. ¿Cómo fue esto? le pregunte, trabajaba arreglando los carros de un comando, pero un día fuimos asaltados por un grupo guerrillero, mientras arreglábamos un carro en la carretera, detonó una bomba en el lugar que nos encontrábamos y tres de mis compañeros murieron instantáneamente, yo solo sé que desperté en un hospital de la región,en Arauca. No se cómo me salve, todos dicen que fue de milagro, y yo creo que sí, Dios me quiso dar otra oportunidad de vivir. Prosiguió – me trasladaron al hospital militar de la capital del país, por las condiciones de mi salud.
Aquí como me ve, tengo dos metros de poliéster por intestino; una válvula plástica torácica flexible y marcapasos en el corazón; platino en el pómulo y mandíbula. ¡Aquí sonriéndole a la vida!
Por inercia hacia mover el tarrito de monedas y no parecía adquirir volumen. Continuó;Tengo 72 abriles. Hace cuatro años, una bomba destrozó mi cuerpo, permanezco en rehabilitaciones y controles que subsidia el gobierno, pero todo lo demás es una espera a que la ley y la justicia me integren mis derechos. Vivo con mi pareja, en espera que un día no tenga que salir a las calles para continuar viviendo. Por lo demás muchas historias que prefirió callar.
Intercambiamos pensamientos y hondos suspiros dejaban escapar una profunda convicción de fé, inhalando el aire de quien conoce la esperanza. Sus palabras serenas reposadas no hablaban de culpables, conocía el perdón, aceptabaconforme le toco su destino y agradecía el don de la vida desde su precaria condición.
Destrucción y construcción en la eterna encrucijada de la vida.
Mario dice: “Tres seres son Divinos
Dios el que no vemos y nos ve.
El aire: influjo del espíritu y la vida.
El dinero: sin el dios de la tierra no se puede vivir”.
El tiempo compartido nos permitió escuchar las voces de la realidad social.
Fue un encuentro inolvidable que despejo mis intenciones.
Desde entonces cuando pasaba por esa ruta conversábamos, le regalé un poema a su memorable historia. Los años en curso de distanciamiento y virus me hacen recordarlo y pienso, ¿qué pudo ser de su vida? Mario me dejó una enseñanza de valor que prevalece ante la vulnerable condición de rendirse frente a los obstáculos. La queja que nose resuelve traiciona. El sentido inescrutable de la vida toma su protagonismo desde cualquier escaño un día cualquiera. No sé dónde se encuentra ahora, si fueron legalmente otorgados sus derechos, la lucha contra la pandemia social lo hizo invulnerable. Donde estés Mario, te acompaña mi admiración y tu recuerdo.