Arrierías 93

Sara Lucía Ospina Fayad

Renacer permanente de la naturaleza

un lirio amarillo fuego

una poinsettia carmesí

un agapanto violeta

tulipanes y gerberas multicolores

Nace la flor y muere en el espacio

nace el pensamiento

que oxigena la semilla,

desacuerdos entre la noche y el día

permanencia de su dualidad

Abraza la noche

en breve tiempo

a su penumbra

cobijada por la oscuridad

Abraza el día

su esplendor nutricio

movimiento que hechiza las pupilas

Todo pensamiento

toma vida

o se marchita

o se perpetúa

injerto de ideas para continuar la gravitación

vibración que da forma a la armonía

No descansa la evolución

descartadas teorías,

desafíos para la codificación y descodificación

Se ligan las formas y colores

en lenguajes incomprendidos

plenos de equilibrio

con tejidos de divinidad inescrutable

El color de la levedad,

es un lirio amarillo fuego

renacer permanente de la naturaleza

que duerme y despierta

en el pentagrama de los días.

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Escribo sobre las teclas para que no se mojen las hojas del cuaderno, hay un soplo de serenidad conmovida, es el alma que abraza desde las dimensiones del silencio convocado.

Pasaron 17 años por vertientes imposibles de ignorar, hoy, hago un ritual de gratitud.

Es un día inscrito por los arcángeles, en su oficio de comunicación, liberación y sanación.

En la calle, La Múcura de Crescencio suena, el ejecutante con su trompeta me traslada a las fiestas de la ciudad costera, muchos días se juntan en el calendario para rendir homenaje a los aniversarios consumados con la alegría tropical.

La indiferencia no quiere comulgar con los estados que tejieron nuestras vidas, siento las memorias de dolor compartido uniendo nuestros destinos, cumpliendo con los renglones de la historia que escribimos y que hoy nos devuelven la virtud de la esperanza para seguir escribiendo nuevas páginas, en el arco iris que nace en el pavimento húmedo que cumplió un ciclo.

Recordar tu partida inevitablemente hace filtrar tu ausencia, que deja a la inutilidad, el pensar cómo sería la vida contigo hoy, en nuestras vidas, porque sin ti, conocemos el significado del vacío.

Lo que harías en momentos demandantes de nuestras vidas, son tantos los desafíos que me confunde hasta lo predecible de la ironía cuando tu humor negro aparecía, es otra vida, sin tu alegría, sin tu compañía, sin tu apoyo, sin tus detalles cuando de celebrar la vida, eras tú, la melodía.

Es día de celebración, de más perdón, de más gratitud, de más acortar el tiempo que se distrae entre quehaceres mundanos y divinos, cuando solo la intimidad de la oración tiene cabida.

La tarde deja caer del cielo las gotas congeladas, golpeando atónitas sobre los ventanales; la tormenta acompaña este momento místico, encuentro de la penumbra afuera y el  frío adentro.

Hice palomitas de maíz para contrarrestar las palomitas de fuego y hielo, café caliente para calentar los sueños que sin champaña hoy celebro, luego se estremecieron los cristales   y los rayos iluminaron el teclado, los truenos se filtraron por la habitación, la tarde del 29 de septiembre se hizo sentir en toda su cósmica dimensión.

Una flor de caléndula mas grande y fresca que sus compañeras, me distrae con su color amarillo fuego.

Se disipa por minutos la lluvia, luego retornan las palomitas de hielo, huérfanas peregrinas de una nube ya vacía.

Las hojas matutinas cumplen la reseña de las campanadas que anuncian un tiempo nuevo.

 Así es un día para regalarle a las hojas en blanco un motivo de supervivencia, aunque la tempestad pueda estar mutilando sueños allá afuera, la melancolía o la tristeza no pueden mejorar el mundo en su quimera, afuera está esperando el faro de nuestra existencia para alumbrar los caminos nuevos, los instantes desechos como el granizo sobre la hierba, el bosque solo espera que terminen las nubes su tarea.

Esa mañana a las 6 a.m. del nuevo tiempo desplegaste tu vuelo, no cerré tus ojos, kilómetros nos distanciaba, solo sentí tu presencia en la despedida, cuando ibas a retornar al viaje imaginado, soñado y reservado, presentido por la debilidad que agota los esfuerzos.

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