Revista Digital Arrierías 71
Por cada una de sus diez rectangulares ventanas, ojos baldíos de madera y cristal con barrotes de hierro oxidado, poco deben acudir citadinas palomas porque no soportan el penetrante olor a óxido, despintadas o mal teñidas, “parece que nunca se han abierto”, dice uno que cruza por el andén del frente y las mira extrañado, “fueron enquistadas en las paredes para nunca abrirse”, piensa otro que en sentido contrario llega por el andény no saluda a este,quien se detiene a leer los grafitis y se extraña con la casa, esos dos largos tubos blancos por donde desciende el agua parecen tatuajes en altorrelieve asombra sobre el cemento y los ladrillos, nadie las abrirá nunca para que entre el aire o alguna urraca perdida ingrese aleteando exasperada a buscar nido en cualquiera de las alcobas, en la habitación estrecha del último piso a la izquierda, donde usted ve una hermética ventanita azul y duerme un perro, a veces dos perros, cuando llega el dueño de la casa con su mascota y la deja allí mientras él habla de política con quien desee escucharlo, nadie ha querido asomarse por ninguna de sus diez rectangulares ventanas, los fantasmas prefieren rincones o pasillos y eligen quedarse dentro, imaginando cómo pueden ser las calles con gente que circula por ellas, vidrios azules de las plantas altas, azul, café, parduzco de las intermedias y rojo de los pisos inferiores, no enumero esa otra pequeña entre los dos automóviles,debajo de la ventana del primer piso, color café sucio bajo los grafitis, contra el pavimento de la calle ybajo el nivel del andén, por cada uno de los ojos baldíos de madera y cristal se asoma desde niño y continúa haciéndolo y después de muerto lo hará con mayor razón, el escritor MirceaCartarescu,para particularizar la historia de su urbe y la de sus sueños,me refiero a todos los sueños, los sueños de la ciudad, sí, los sueños de la casa, también, los sueños de Mircea, con mayor razón,ambos, sueños e historias junto con híbridos oníricos ensamblados en la imaginación y palabras, en las novelas de Cartarescu conjugándose desde cualquiera de las ventanas, desfilando por sus ojos y su imaginación para ser descritas luego con minuciosidad y crear otrasgenealogías, otras memorias y documentossobrepuestos a las historias de Bucarest, parece que no hay nadie en esta edificación, todos se fueron,o no han llegado,o alguien espera ahí dentrosin atreverse a desplegar las ventanas,algún viejo obrero, alguna campesina que busca trabajo en la ciudad, tiene miedo que aparezcaNicolaeCeaușescu, algún niño, Mircea tal vez, tiene miedo que aparezcan los fantasmas putrefactos de Elena y NicolaeCeaușescu.pero hay que saber verlo, aprender a verlo,no importa si las ventanas están cerradas desde 50 años atrás, no importa si allí nadie vive porque si decimos Mircea, por algún lugar vendrá él y se encajará en todos los ventanales para mirar con amplitudy con 20 ojos el transcurso de la vida en su ciudad, esta es una casa de Bucarest,una casa que salió de algún sueño de Mircea y se hizo construir cuando el niño aún no nacía,pero lo esperó hasta cuando el joven y el hombre maduro comenzaron a vivir,se asoman no para que los vean sino para contemplar todo aquello que ya miraron quienes murieron, quienes alguna vez pasaron por el frente de la casa, todo aquello que están mirando quienes ahora pasan frente a ella y pasan por lugares aledaños, habría queentrarse y mirar porotras ventanas, por otros resquicios, en cada una está Mircea de diferente edad, el niño, el joven, el hombre maduro, todos diferentes pero todos él mismo mirando cuanto se puede observar de la gente que pasa y cuanto la gente que pasa oculta para que nadie, desde ninguna casa pueda observar, todos asomadosa lavez, rostros de diez Mirceas distintos, está despeinado, está somnoliento, sonríe, está serio, tiene un ojo cerrado, tiene ambos ojos cerrados, sonríe, sigue serio, no se ve de cuerpo entero, sin camisa, con un buzo de lana de muchos colores, no se entra, no se va,sigue ahí tras las 10 ventanas, en una de ellas parece que habla, en otra se sabe que ya dijo algo, en otra está cantando en voz baja, en estos cuatro pisos y en el sótano transcurren todas sus novelas, es una puerta de entrada a los subterráneos, a sus abismos pero también a loscielos que caben en sus libros porque caben en cada habitación de esta casa, nadie sabe qué hay dentro de ella aunque los diez Mirceas señalan y relatan todo cuanto puede haber allí, cosas, seres reales, seres imaginarios, sueños que aún no se sueñan, sueños que fueron soñados, sueños de donde se despertó con terror o con esperanzas de otros sueños semejantes, en cada habitación los recuerdos de quienes la habitaron, de aquellos que esperanel aviso se arrienda para venir y vivir por una hora o variossiglos, los diez Cartarescus en las diez ventanas pronto saldrán por una sola puerta, en fila, silenciosos, en el balcón superior de la derecha, el último piso, está Cartarescu niño, subió hasta allí sin permiso de sus padres, su madre no sabe que el asciende confrecuencia hasta ese lugar y allí se queda muy tarde de la noche contemplando las azoteas vecinas, esperando que vuelvan a crecerle alas para remontarse sobre techos y edificios de Bucarest y alejarse de la casa varias horas, callado, sin descender para acechar cómo viven aquellos que se ocultan en la noche y se juntan a los faroles para descansar de la vida, a la izquierda del balcón yde las cuatro columnatas en esa estrecha ventanita a la izquierda, donde hay una alcoba con una mesa, una camay una rota alfombra, hay otro Cartarescu y es joven y tiene 19 años, escribe allí cuando escapa del ruido de la universidad, de las reuniones con escritores, de los soldados mirándole y preguntándole con frecuencia cómo se llama y qué hace,no me atrevo a decir ni a imaginar qué hay en el sótano, debajo de esa ventanita cerrada en el piso primero, dos rejas o puertas, por dónde entramos, por ambas o solo una de ellas es la entrada a la casa, o una es para entrar y otra solo para salir, dos rejas cerradas la casa la vemos de lado o de frente, habrá que preguntarle a Escher,“bueno, obviamente dijeron «¡piensa en rosa!» cuando construyeron esta bonita casa de estilo neorrumano (local) en la década de 1920 frente a los jardines de Cișmigiu,ese es el parque más antiguo de Bucarest que data de la década de 1850,no sé por qué, pero toda esta situación la está dando San Francisco,debe ser la calle en pendiente y los tonos pastel, pero de todos modos es ese balcón superior para mí,imagínate ver el parque y la ciudad desde allá arriba todos los días”.
Calarcá, abril 2023