Cuando se habla de una caracterización, en Ecología, se intenta sintetizar la información existente de los datos estructurados que identifican las relaciones funcionales entre los procesos naturales y los varios componentes del ecosistema, en este caso del parque de Nuestra Señora del Carmen, de Caicedonia.

El parque, es uno más de los hermosos sitios de concentración y de encuentro para propios y turistas. Tiene, como todos, cosas que no son deseables mostrar y otras de admirar.

Bien sea para la cotidianidad del caicedonita que lo frecuenta, o del coterráneo que lo añora, o del turista que algún día vendrá, el parque es el sitio de encuentro para direccionarse hacia otros destinos del municipio.

Lo primero que se hace notar es la hermosa Ceiba pentandra adaptada al confinamiento del cemento y por ende constreñidas sus raíces que, como tantas se ha dicho, mostrado, escrito y fotografiado, está, sin ser su culpa, destruyendo el cuadrante donde está ubicada. No pocas personas han sufrido caídas y tropezones a causa del levantamiento continuado del adoquín circundante al árbol.

Al árbol gigante o Ceiba, la acompañan en su visión panorámica del parque, unas hermosas palmas zanconas, que sobresalen por su altura, haciendo honor a su nombre, y una que otra palma de aceite. Son atractivos a la vista los árboles de Ficus, (Ficus benjamina), cuya sombra y frescura es un regalo de la naturaleza para los taxistas y sus vehículos. Años atrás las bandadas al atardecer eran un espectáculo para la vista y el oído de los transeúntes.

No hay más vegetación digna de ser mencionada, pues aquellos praditos sembrados con matas de flores, desaparecieron cuando quien las sembraba, también desapareció.

No tiene ninguna calle peatonal a su alrededor, a pesar de la imperiosa necesidad por el peligro que corren los peatones cuando acceden al parque sobre todo desde la calle 10 estrecha, parqueadero prohibido, pero sobreutilizado en ambos lados que fueron recortados por las casetas y ampliación adoquinada para colocar sillas. La cebra no brinda confianza pues quien vaya pasando debe acelerar el paso so riesgo de verse atropellado por carros o motos.

El parque presenta un atractivo que expresa amor hecho en metal y bien colorido, para algunos bien ubicado y para otros un estorbo que debe rodearse para entrar al parque.

Una fuente de aguas perennes recién reparada en su cerramiento y atractiva por sus colores.

// fotografía de la fuente de agua.

Además, existe una construcción metálica, sin uso o función aparente y que duró varios años como monumento al óxido. Ahora es atractiva pero subutilizada.

La visión panorámica termina con esta caracterización.

Hay otros detalles dignos de ser incluidos en la memoria colectiva de quienes lo conocieron, lo conocen o lo conocerán.

Las palomas, de ser un atractivo pasaron, por su número, a infestar las casas y a ser un peligro para los transeúntes del parque pues muchas rabias y lavadas de ropa ocasionan todos los días por sus deposiciones sobre las gentes y el feo aspecto de un sector del parque, que, a pesar del aseo permanente, es un lugar común de excrementos de palomas.

Hay un habitante que se hace notar por su felicidad, su deseo de hacer amigos y su energía para corretear todo el día. Es la mascota sin dueño de los taxistas quienes lo llaman “barbuchitas” y cuidan de él.

El parque tiene su propia historia de personajes, quedan muy pocos, y así como los amigos que desaparecieron en esta pandemia, ellos también se irán. Mientras tanto detallémoslos brevemente.

El Señor de los cueros. Un anciano que cada día aparece vendiendo artículos sin mercado, pues su consumo cada día es menos requerido. El cuero fue, pero ya no es.

El señor del atuendo paisa. Es notable paseando orgullosamente por el parque con su vestimenta de paisa, impecable, de buenos modales y excelente conversación y que no pasa desapercibido.

El anciano de la cajita con dulces.

No hay día, llueva o haga sol, que este señor no se posicione en un lugar predeterminado, por años, a tratar de ganarse su sustento y acaso el de su familia, vendiendo dulces y cigarrillos y recibiendo a cambio monedas pues no oferta nada que valga más.

Una persona que aún conserva la tradición y que está en el área de influencia del parque, es uno de los últimos, sino el último de los peluqueros que conocimos. Él no es estilista, es solo un señor que motila o peluquea, como decimos. Cobra la cuarta parte de lo que se paga en un salón y, como hace años, la charla es ingrediente del momento que se pase sentado en la silla.

Dos personajes que merodean día a día el parque y su entorno son “GRILLO”, cuyo nombre desapareció para darle cabida al sobrenombre. Embolador, lustrabotas o embellecedor de calzado como se dice hoy. Es enemigo de usar mascarilla y no se atreva a exigírsela, pues se emberraca. El otro es William, el entrometido y quien se cree amigo de todos. Malgeniado y meticuloso con su trabajo.

Habitualmente, en los mismos lugares encontramos a “el gordo”, y a Carlos. Ambos emboladores y posicionados de lugares estratégicos en el parque. El “gordo”, corto de palabras, pero eficaz en su servicio es lo contrario de Carlos, atleta frustrado, por falta de apoyo económico, o de físico y que, cuando existía el deporte en el pueblo, siempre animaba las carreras con su presencia. Carlos es buen conversador casi que intenso con todos los temas que charla.

Además de lustrabotas tienen un oficio accidental: orientadores turísticos. Por su visibilidad son abordados por turistas para preguntarles por los sitios que quieren visitar y ellos, cumpliendo las funciones de una inexistente oficina de turismo, les dicen a las personas: “echen ahí pa arriba derecho hasta el club”, o: chorreénse ahí pa abajo, por la tipografía, para ir al parque recreacional”, o “coja un taxi pa las heliconias que pa allá no hay transporte y le vale 20.000 solo la ida.”

Alguien les debe honorarios por desempeñar una función que otros cobran.

Existen dos monumentos dentro del parque. Uno es una placa sobre uno de los prados y quien desee saber de lo que trata, solo tiene que leer la información.

El otro es un busto de una persona bonachona y amplia sonrisa, con el nombre de un ciudadano y una frase famosa de Epitecto, pero nada dice del porqué de su exposición en un lugar tan importante.

Es un busto de Nacianceno Orozco Grisales, cuya trayectoria y lamentado final conocemos. Pero, quien no sea de estos lugares debería tener pistas de lo sucedido el 11 de abril de 2002 y su desenlace.

Son 19 años de ocurridos los hechos que, de ser un ignominioso secuestro con asesinato incluido, ha pasado a ser una inocente toma de rehenes.

Epicteto, sabio griego quien vivió muchos años como esclavo prestó una frase suya que está grabada en el pedestal del busto. Su: “Ningún hombre puede ser dueño de otro hombre”, era un reclamo a la esclavitud, pero si viviera hoy día, tal vez, su exclamación sería. “Ningún hombre es dueño de la vida de otro hombre y si se adueña no merece ser premiado con una curul en el Senado”.

El Senado era una institución de la cultura romana y fue creado en el año -753. Hace 28 Siglos. Aclaración para evitar suspicacias.

El transeúnte que leyera, algo así, a lo mejor pregunta y se le puede contar la verdadera y triste historia de nuestro amigo representado en ese busto.

Como todo parque colombiano, el de Caicedonia tiene su propio caleidoscopio digno de admirar, orgullo de sus pobladores y atractivo para los turistas.

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