Dentro de los cánones del periodismo serio, de la comunicación que permite orientar a una comunidad hacia la convivencia, el respeto y los logros que permite un Estado de derecho en búsqueda de la dignidad, esencia de los derechos humanos, no es común la exaltación de la personalidad o logros individuales de quienes dirigen u orientan los diferentes medios de relación comunicativa en una sociedad determinada.
Este preámbulo me permite, como codirector de la revista digital Arrierías, narrar hechos que tuvieron que ver con mi salud en aciagos días del mes de octubre cuando un infarto -el tercero en mí ya larga vida-, casi termina mi espacio vital en este planeta y me lleva a culminar el escrito con unos consejos que, a usted, amigo lector, a su familia y/o amigos, les puede ayudar a salvar la vida.
Cuando sentí los primeros indicios, 4 de la mañana, inmediatamente me dirigí al hospital General Santander de Caicedonia donde un joven y excelente médico, el doctor Juan Pablo Caicedo quien hacía su turno en urgencias, empezó el conocimiento del caso y el procedimiento básico de estabilización. Informé, claramente, que era un infarto y pedí, en forma perentoria, que fuera trasladado a la ciudad de Armenia.
En menos de media hora viajaba en la ambulancia rumbo a la clínica escogida por el hospital en Caicedonia -la clínica de la Sagrada Familia-, en el centro de la ciudad de Armenia. En menos de 45 minutos me encontraba ya en las incómodas y saturadas instalaciones de urgencias de la famosa clínica, lugar donde hacía décadas atrás funcionaba el Instituto de los Seguros Sociales.
En poco tiempo, estaba en manos de una experta cirujana, la doctora Mery Luz Barrios quien luego de dos horas de trabajo quirúrgico, se vio obligada a suspender el procedimiento ante la complejidad y la afectación de otra parte del corazón, hecho que obligó a mi traslado a la UCI para reiniciar el procedimiento dos días después.
Respecto del servicio en la Clínica, una guerra informativa o lucha por el predominio de los procedimientos de salud de los diferentes hospitales, hacía entender que el servicio médico, sobre todo en urgencias y en la UC, era deficiente. Gran mentira.
Mi espíritu observador y analítico, mi tranquilidad y la seguridad interior de saber que estaba en buenas manos, me permitió ir siguiendo, paso a paso, minuto a minuto, todo lo que pasaba al interior de la famosa UCI de la Clínica de la Sagrada Familia. Confieso que, en mi vida, había visto tanta tecnología, un servicio más ágil y comprometido de todo el personal que labora en dicha dependencia. Todo un piso lleno de aparatos de última generación y un cuerpo médico y de enfermería prestos al servicio cuando uno de esos aparatos se disparaba. Allí no hay miramientos sobre el tipo de persona que se encuentra interna. A mi lado, un humilde campesino con graves problemas de salud y otro trabajador traído desde el Chocó, eran los más visitados cuando los aparatos daban señal de alerta. Todos, médicos, especialistas, administrativos y demás, acudían a revisar y solucionar el problema.
¿Cuál es el mensaje que queremos dejar a través de Arrierías? Son varias las consideraciones:
- En el Eje Cafetero, especialmente en Armenia, tenemos uno de los cuerpos médicos científicos más profesionales y formados de Colombia.
- Las fallas en la salud que afectan tanto a Colombia, pertenecen más a las EPS que al servicio médico especializado.
- Por servicio, calidad y tecnología, debemos resaltar el trabajo médico que se realiza en el Hospital Sn Jun de Dios, en Oncólogos de occidente y en la Clínica de la Sagrada Familia, no sólo desde el punto de vista académico-científico, sino en el servicio de acompañamiento posterior que desarrollan con los pacientes que acuden a estos establecimientos.
- Preciso resaltar y exaltar el excelente servicio médico que se presta al interior de las instalaciones de la Clínica de la Sagrada Familia.
- Por último, agradecer la presteza y agilidad con que actuó el servicio médico de urgencias del hospital General Santander de Caicedonia y el acompañamiento permanente del doctor Diego Suárez Saavedra, el llamado médico del pueblo, un prestigioso profesional egresado de la universidad de Antioquia y quien hace décadas se estableció en Caicedonia con su carácter humanitario, sus consejos y sus excelentes asesorías médicas. Estamos en buenas manos.
POST SCRIPTUM: El corolario de este resumen es el siguiente:
- Su salud, amigo lector, empieza por usted, por su prevención, por conocer su cuerpo, sus dolencias, las posibles soluciones.
- En caso de infarto, actúe con tranquilidad, no se desespere y tenga previsto, antes del suceso, a quien acudir. NO se auto medique ni se recueste a “esperar” que pase su dolencia. Esa “espera” cuenta en su contra, recuerde que es su vida. Tampoco se ponga a rezar. Mientras hace esto, si es tan creyente, ore, pero tome camino inmediato hacia un médico o el hospital más cercano.
- Si siente presión sobre su pecho, dolor en el lado izquierdo de su cuerpo, sudoración excesiva, no lo piense dos veces, acuda a la ciencia, a su médico, a la clínica u hospital.
- Por último, la tranquilidad es la base para tomar decisiones. No se angustie ni se agite y tampoco transmita a su entorno familiar esa angustia. En nada le va a ayudar.
- Luego de que los científicos de la medicina intervengan y salven su vida, cambie sus hábitos, si es creyente, ore, haga plegarias, rece y, sobre todo, disfrute la compañía amorosa de su entorno familiar, de sus amigos, es importante en su recuperación.
Yo seguí esos pasos y, por eso, puedo contar este cuento. Un abrazo para todos.
Que alegría se siente que se reconozca la labor y el profesionalismo de los profesionales de la salud, son tan escasos, casi inexistentes, en un trabajo que como usted lo dice no tiene rango ni color para ellos ,solo importa la vida del paciente;para quienes lo realizan, no para quienes lo manejan ( EPS , Estado )
Que siga mejorando y cuídese mucho Señor Director