Antes del 8 de junio de 1853, cuando Colombia adoptó el Sistema Métrico Decimal, se utilizaban medidas de los saberes ancestrales, provenientes de España o de los antepasados indígenas. Por lo general eran mediciones basadas en el sistema antropométrico, es decir, relacionadas con partes del cuerpo humano, medidas que todos llevaban encima. Las medidas del hombre neolítico fueron perfeccionadas por los egipcios y algunas llegaron a nosotros: el dígito o ancho de un dedo; el palmo o ancho de la mano, llamado también cuarta; el pie o largo desde la punta del dedo gordo hasta el talón, (el pie es utilizado aun en lenguaje aeronáutico); el codo o largo desde la punta del dedo medio hasta el codo; los cuatro dedos, espacio que abarcan los dedos índice, corazón, anular y meñique, extendidos y juntos, para hallar la medida que se desea trazar. Los romanos medían distancias con la milla romana (mil pasos). Algunas medidas tradicionales estuvieron en uso hasta hace poco, otras conviven con los formatos internacionales.
Es posible que todavía oigamos hablar de la vara (casi 84 cm), la yarda (91.44 cm), la pulgada (2.54 cm), la braza (1.64 m) o el jeme, distancia de la punta del dedo pulgar hasta la punta del índice manteniendo los dedos extendidos, (tanto la cuarta como el jeme eran utilizados por los niños en sus juegos cotidianos), los pasos y otras medidas inciertas como el tabaco, tiempo que se gasta recorriendo un predio o camino mientras se fuma un tabaco. («La finca queda a dos tabacos de la orilla del río»). Un almud, era la medida de cantidad de terreno que podía sembrarse con un almud de grano (759 gramos) y la alzada, la distancia medida por la cantidad de pasos de un caballo. Para medir terrenos se empleó la caballería, porción de tierra asignada a soldados u hombres a caballo, como parte del botín de la conquista y era utilizada en España desde el siglo XII. En la costa atlántica aún hay escrituras donde figura la caballería. En el altiplano cundiboyacense existe la fanegada (6.400 m²), medida agraria emparentada con la plaza o la cuadra.
En las fincas de café se hablaba de la libra (453 gramos), la arroba (25 libras) y la carga (diez arrobas). Las cargas, sacos o bultos, se pesaban en una romana. Antiguamente el peso del café se estimaba en almudes. Los finqueros usaban el galón o lata (recipiente con capacidad de 18 a 20 kilos), para medir el café y fijar el valor del jornal, también el canasto, catabra, o coco tradicional, atado a la cintura para coger café (unos cinco kilos).
En campos, galerías y tiendas se utiliza la pucha. Inicialmente consistió en un cajoncito cuadrado de madera de algo más de 15 cm de lado y 5 de hondo, medidos por dentro, equivalente a unas tres libras. Cuatro puchas hacían una cuartilla, cuatro cuartillas formaban un almud, medida de origen árabe. Un cuarto de pucha se llamaba chica. Existió la media pucha, un cajón dividido por dentro a la mitad, para medir las chicas. A clientes especiales les daban la pucha rebosada o con morro, como decían los paisas. El morro se tumbaba con la raya, una tablilla delgada, y la pucha quedaba rayada, es decir, exacta. Una pucha de tierra era el terreno necesario para sembrar una pucha de semilla de maíz, a una distancia de seis cuartas entre mata y mata por todos lados, en cada agujero cuatro granos de maíz y uno de frisol, aunque éste no cuenta en la medida, solo el maíz. Otras medidas son: el atao (dos o tres panelas), la malla (unas tres libras), la pila, (un conjunto de frutas o legumbres), y el puñao, lo que cabe en la mano cerrada. En algunas partes a esto le dicen manotada, manojo (unos cien gramos de cebolla o cilantro). La ñapa es la añadidura dada como obsequio de una compra. Al comprar mazamorra se pedía la ñapa, es decir, medio cucharón más. En los conciertos de la banda departamental, en Armenia, hay ñapa. Acaba la presentación y la gente grita «la ñapa». El director complace con una pieza musical programada de antemano.
En Colombia perdura el uso de unidades como taza, cucharada, migaja, sorbo, trago, buche, o cantidad de líquido que cabe en la boca de una persona, la mincha bogotana, la pizca, el tris, la triza y sus diminutivos. Y unidades mayores para contar personas, animales o cosas: catorcera, manada, gavilla, (grupo de gente belicosa en Antioquia) y jarria o cuantía aproximada al número de mulas de una recua. En los Santanderes la expresión parranda, es una gavilla de borrachos. A orillas del Magdalena se emplea la sarta, palo o bejuco que perfora varios pescados de distinto tamaño (alrededor de treinta) y la sartalera o conjunto de varias sartas, llamada en los llanos sartalada. Una medida ancestral rescatada, es la raya. (La raya de coca contiene de 10 a 35 mg de droga).
Otras acepciones para número indefinido de individuos son: plaguero, chorro, montón, chorrera, reguero y sus aumentativos correspondientes, hasta dar a la mayor medida que se conoce en el centro del país, el jurgo. «Un jurgo de años», puede equivaler casi a media eternidad, de modo que el jurgo podría usarse para mediciones cósmicas.
Hoy la tecnología se ha impuesto en la precisión de las medidas, pero es frecuente que en el peso o cantidad del producto, haya variaciones en contra del consumidor, con relación a lo anunciado en el empaque.