Arrierías 92

Guillermo Escobar Baena

En el marco del último Festival Bandola, en su versión No. 29 que se realizó entre el 16 y el 19 de agosto de este año 2024, se hizo el lanzamiento del libro HISTORIA MUSICAL DE SEVILLA*, escrito por el jurista, filósofo y educador, Nelson Ortiz Osorio. Dicho libro, que en su primera edición presentó en su prólogo el ya fallecido pero muy recordado tenor, intelectual y escritor Oscar Toro Echeverry, es una excelente reseña de los numerosos artistas y grupos musicales que a través de la historia sevillana han contribuido a engrandecer la cultura de este municipio que en su momento fue reconocido como capital de la cultura y la inteligencia, en el Valle del Cauca.

En una mirada retrospectiva al panorama artístico de Sevilla , el autor hace un recorrido a través de la historia, desde los inicios de su fundación en 1903, reconociendo en esa  diáspora migratoria de colonos provenientes de Antioquia,  Caldas,  Tolima,  Cundinamarca,  Boyacá, del Cauca y hasta de Nariño que encontraron en las canciones y en los instrumentos musicales la mejor forma de  espantar  los fantasmas de la selva inhóspita, logrando al ritmo del duro  trabajo de la colonización   enriquecer   el bagaje cultural de campesinos, arrieros y guaqueros empeñados en dar vida a esa nueva población.

Desde su fundación son muchos los hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos que, en el transcurso de estos 121 años de vida municipal, bien sea como compositores, intérpretes de instrumentos o como cantantes, de manera individual o en dúos, tríos o conjuntos, han contribuido a que Sevilla sea ya reconocida a nivel regional, nacional e internacional, como un pueblo que ha logrado tener su propia música y al que se reconoce como cuna de grandes talentos.

Es admirable cómo un pueblo como Sevilla ha logrado consolidarse como una gran ciudad que atrae la atención durante todo el año, tanto de sus propios habitantes como de los muchos turistas que ya la visitan,  motivados todos  por la variada actividad cultural y la realización de importantes  eventos como el Festival Bandola, Sevijazz, Rock en el balcón y el concurso de música de carrilera en los que se puede evidenciar la calidad de artistas e intérpretes tanto instrumentales como vocales, en los diferentes géneros como el Jazz, el blue,  el rock, el hip hop que se alternan con la música popular y de carrilera así como con el encuentro de música andina  y folclórica colombiana.   

Son   muchos los artistas que se mencionan en el libro Historia musical de Sevilla, y aparece entre las reseñas que Nelson Ortiz Osorio, su autor hace, una en especial de Hernán Herrera, (Pag. 146), conocido en los ambientes sociales del pueblo como “El Mono Herrera” quien sumado a su histrionismo dramático que fusionaba a su formidable canto como gran tenor lírico, hizo    ostentación  de  uno de los mejores registros musicales de la nación, sin que hasta  al día de hoy, paradójicamente, haya sido reconocido como gran talento  y en cambio si , aún es  desconocido por muchos, de Él no conocemos ni su fecha de nacimiento ni la de su   fallecimiento, sólo que nació en 1933, en Sevilla.

 Se cuenta en el libro, que cuando el Mono Herrera era joven, no sólo cantaba en cantinas sino también en prestigiosos negocios como lo era en su época “El Viejo Volga” y también en los clubes sociales de Sevilla. Años más tarde, ya radicado en Bogotá y apoyado por otro gran talento de la música como fue el compositor Pompilio Ceballos, más conocido como Tocayo Ceballos, autor de los hermosos bambucos Arrierías y Rosa Linda, quien como locutor lo motivó, llegó el Mono Herrera a participar en importantes concursos ganando varios a nivel nacional y también internacional, en Méjico, conquistó el primer puesto en el certamen “Ojos Tapatíos” siendo premiado como la mejor voz interpretativa. Infortunadamente de sus melodías y su prodigiosa voz sólo quedaron unos pocos registros de grabaciones en cinta de casete ya que no llegó en su época a grabar en discos o vinilos.

Como un homenaje a este ilustre sevillano, gran cultor de la música y tal vez uno de los mejores cantantes líricos que haya tenido no sólo Sevilla, sino también el Valle y Colombia, reproducimos un artículo escrito por Jesús Rincón Murcia con el que, en su momento, se hizo la reseña del fallecimiento del Mono Herrera en Bogotá. El artículo lo tituló:

“LA CRÓNICA DEL FUNERAL MÁS TRISTE DEL MUNDO”:

Dos de la tarde. El sol de verano bogotano baña el atrio de la iglesia. Víctor Hugo Ayala, Julio Cesar Alzate, Jaime Hernández, Raúl del Valle, Alberto Osorio, Pedro Paez, Eduardo Montes, Ricardo Vásquez, Oscar Agudelo, Hernando González, Marco Rayo, Jairo Cano, Aslam Caicedo, Oscar Fajardo, Jesús Rincón y otro puñado de artistas de pelo blanco, entonan “Mis flores negras” de Julio Flórez, con el acompañamiento de guitarras y del acordeón de Ricardo Ramírez (Oye bajo las ruinas de mis pasiones…)

En el féretro que ingresa lentamente, va la voz de oro de Colombia: El tenor Hernán Herrera, “El Mono”. El último privilegiado de este siglo. No hay fotógrafos, ni televisión. Tampoco Estado. El hombre no es noticia. Jamás fue a una cárcel ni traficó con coca. Simplemente, cantaba como un ser celestial. Si hubiera sido alemán o italiano, el mundo estaría conmovido por su desaparición. Pero nació en Sevilla, Valle (1933). La soprano Azury Marmolejo lo recibe con su voz trémula, y un anciano sacerdote nos recuerda que Hernán ya no está aquí.

Pienso: De acuerdo, Él está en el cielo de los cantantes donde alborozados, lo habrán recibido Carlos Julio, Alba, Régulo, Luis Dueñas, Conrado, Arnulfo y Zulma, Claudio, Billy Bedoya, Armando Mejía, Alí Ortiz, Jaime Lugo, Alberto Atehortúa. “El Charro Latuada” y hasta Sadel, (que era casi nuestro). Durante la comunión, Azury canta el Ave María, de Schubert, y al final de la misa, el coronel Manuel Moreno, entrañable amigo de los artistas, más que decir solloza una oración, que sintetiza lo que fue “El Mono Herrera”: “Hemos perdido a nuestro más grande tenor”.

Tres de la tarde. El ataúd sale en medio de guitarras y cantos. Sobresale la calidad de las voces. Súbitamente retumba en la atmósfera funeraria el timbre y la potencia de la voz de “El Mono Herrera”. Combinación (¿mejorada?) de Pavarotti y Placido Domingo. Todos callan. Callamos con un nudo en la garganta. El cortejo se detiene. El corazón se acelera. La piel se eriza.

A alguien se le ha ocurrido colocar un casete en un automóvil, a todo volumen y con las puertas abiertas. “El Mono” en su funeral, canta “Peregrina”. Puertas y ventanas del vecindario se abren. Una dama se me acerca ingenuamente: ¿Es Pavarotti? Le susurro que es el hombre que está en el ataúd. Se echa la bendición y mira al cielo: “Por Dios, que voz”. Sobre el agudo final, tan brillante como el sol de la tarde, le brindamos nuestra postrer oración. Mientras la carroza se aleja, el coro de pelo blanco canta; “Adiós, adiós, Hernán, Adiós para siempre, adiós”.

Nota: La crónica que aquí se registra fue suministrada por nuestro amigo Jair Valencia Gaspar.

*ORTIZ OSORIO, Nelson.” Historia musical de Sevilla. Editorial Sakura ediciones. Segunda edición.2024

Sevilla, noviembre 22 de 2024, desde Walkiria.

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