“El tiempo pasa rasgando el alma dejando surcos dónde dejamos caer las semillas que germinarán estrellas”

Antonio Bolívar Cardona.

Los días desde el almanaque se deshojan en la bitácora de los compromisos, en pretéritas añoranzas, bajo resplandor de infantil memoria.

El niño Dios, representado por los padres, visita los 24 de diciembre las casas, con regalos de plástico, para calmar ansias de pequeñeces, donde con cariño se pretende la sorpresa de los hijos.

Juguetes recibidos, con gratitud, en navidad, al rededor del pesebre, hecho con musgo, espejos con reflejos de lagos, reyes de caucho, en pueblo de paja y de cartón, con buey, asno, choza, cobijando al esperado niño, al conjuro de villancicos, acompañados de panderetas elaboradas con tapas de gaseosa y tambora sacado de bidón de pintura. O al pie de árbol navideño, lleno de luces y colores, con regalos al pie, como si fueran frutos caídos después de tempestad de afectos y de desprendimiento, en aras de alegría.

Un espacio de meses sucedidos en secuencia de rutinas, en procura de albricias en él contaminado trasiego de la movilidad, del devenir de expectativas, de luces, encuentros, parrandas y alborozos.

El sonido de la música repasando el pentagrama, de claves acompasadas, despuntando acordes de tiringistingis pegajosos, para mover pies, llenar brazos, añorar épocas y lugares al pie de la hoguera, con humo de leña aromando y a la vez enrareciendo el ambiente, con viandas de nochebuena, con estruendo de pólvora surcando la noche tras luces artificiales.

Los vecinos invitados a degustar buñuelos, natillas, golosinas, manjares en ánimo de bienvenida, por la llegada de tiempo de encuentros, volviendo a la valoración del afecto.

Navidad para nacer cada año, bajo la promesa de otro ámbito nuevo y diferente, para ir madurando al vaivén de logros, regodeados en el recuerdo.

Un nacimiento imperceptible desde el corazón, hacía la comprensión humana, desde el contentamiento de la época, por doce meses esperados, acompañados del oficio, permitiendo el trato personal prodigado por las buenas maneras y la búsqueda constante de la superación personal.

Igual sucede con aquellos miembros de conglomerado humano, desprovistos de posibilidades económicas, logrando con imaginación, con sencillez, con elementalidad, el simple jolgorio, donde la fraternidad se impone como regocijo.

Diciembre mes de posibilidades y de recordación como dice la canción “Navidad sin ti” de Marco Antonio Solís:

“Las lucecitas de mi árbol

Parece que hablan de ti

Y entre piñatas y sonrisas

Siento que no estés aquí.

En el espejo veo mi rostro

Va acabándose mi piel

Y en la agonía de este año

Siento que muero con él…”

El ser humano, consciente de su finitud, goza el instante de la navidad celebrando la vida.

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