Jadeos y cenizas

Los cuentos son historia, mito, ficción y como tal existen para ser leídos durante cierto tiempo, ya sea a través de una página o en volúmenes extensos. En este género tradicional acaecen diversas ramificaciones, las cuales por su contenido, por el punto marginado en el espacio, por el destino en que intervienen sus personajes, por el tiempo paralelo a la realidad, por su misión incierta, por su infraestructura, por su matiz, por su explosiva coexistencia van teniendo nombre muy personal, al grado de parecer distantes unas de otras, hasta vérsele como si fuese un nuevo arquetipo de la narración nutrido de cánones propios. Especie de auto revitalización, ramas de aparente inconexión al encarnar su esencia genuina en supuesta nueva bibliografía. Hablo de una heterogénea perspectiva del cuento, como si esta supuesta dilatación fuese una ficción más, sin serlo.

Entre estas subdivisiones existe el cuento corto o también llamado minicuento, relato corto, cuasi cuentos, hiperbreves, microficciones, cuentos mínimos, relatos bonsái, textículos, relatos pigmeos, relatos vertiginosos (Lo utilizó Lauro Zavala como título de uno de sus libros), ficciones súbitas, cuentos alígeros, cuento fantástico y muchos otros nombres de hermoso relieve, dados según el gusto de sus estudiosos, quienes son artífices de una historiografía subjetiva del arte de escribir narraciones breves. Cabe anotar que a esta literatura vanguardista tratan de abatirla con críticas destructivas, mal intencionadas con una mofa hiriente hacia el “prosista” del cuento breve. Se sindica a estos audaces de la brevedad de ser incapaces de ejercer la imaginación al circunscribir la palabra en contadas líneas, de pereza mental. Los anteriores sarcasmos se rebaten con el pronunciamiento de Julio Cortázar, uno de los mayores exponentes de la teoría del cuento, maestro del mismo, cuando “comparaba al cuento con una esfera; es algo, decía, que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos”. Esta reflexión es aplicable en la minificción en relación al cuento extenso, en el haiku-poesía de 17 sílabas- respecto al poema largo, el aforismo en proporción al ensayo, etc. En conclusión, un cuento no tiene valor de cuento por el solo hecho de ser narrado en episodios inacabables, aburridos, inconsistentes, merecedores de ser lanzados al olvido. En este caso, el auténtico cuento es indiscutible, penetra, recrea, desentraña, se afirma en el vértigo o se mimetiza de cualquier circunstancia. De forma categórica el cuento debe cumplir con la premisa de ser cuento, así de sencillo, de narrar y dejarnos con el asombro a cuestas, no importa si se blinda de extensión o brevedad. Es absurdo y deplorable observar cómo el desdén, contra tan extraordinaria escritura, promueve la no lectura del microrrelato.       

Brevísima muestra del microrrelato

De Ana María Shua

Cisnes en el lago

Diez cisnes llegan al lago. Despojándose de sus emplumadas vestiduras, se transforman en diez jóvenes doncellas desnudas. Un atrevido mancebo roba uno de los alados trajes. Al salir del lago, la primera de las jóvenes doncellas descubre que su disfraz de cisne ha desaparecido. Sin embargo, cuando la segunda doncella sale del lago, insiste en que el traje faltante es el suyo, y no el de su hermana. La tercera doncella sale del lago y clama por su alado ropaje, negándose a ponerse cualquier otro. La cuarta doncella afirma que las vestiduras presentes pertenecen a sus hermanas y que es únicamente el suyo el traje robado. Diez vociferantes doncellas desnudas se indignan a las orillas del lago. El atrevido mancebo trata de huir, pero ya es tarde.

De Franz Kafka

La verdad sobre Sancho Panza

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.

Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

De Julio Cortázar

Amor 77

Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

De Luis Mateo Díez

La carta

Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolio y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.

De Saúl Yurkievich

En una oscura cuchillería

En una oscura cuchillería de la calle Ayacucho, pregunté cuánto costaban unas tijeras para cortar angustia.

-Cuatro arañas de la paja de banana – dijo el armero.

Me parecen caras. Sigo con la angustia.  

De Umberto Senegal

Otro árbol

– Papá, quiero ser estatua cuando esté grande –dijo el niño a su padre, señalando en el parque el alto monumento del prócer.

– ¿Para qué? –preguntó este, sin tomar en serio la inquietud del niño.

– Quiero que se me llenen de aves la cabeza y los brazos.

Sobre la estatua había varias palomas.

Una semana más tarde, el hombre condujo a su hijo hasta el bosque y lo acercó, en su silla de ruedas, al más frondoso de los árboles, una ceiba bicentenaria habitada por decenas de aves.

– ¿No te gustaría, mejor, ser un árbol?

– ¿Puedo, papá?

– ¡Claro que puedes, hijo!

El hombre regresó a la ciudad con la silla de ruedas vacía.

De Carlos Alberto Agudelo Arcila

Engáñate

– Cuando te sueño, vives.

– Pero si estoy viva, aún en tu vigilia.

– No, anoche te maté en mis sueños.

– Seguro que estoy viva: me palpo, te palpo.

– Está bien, engáñate.

Al terminar el diálogo, ella se esfumó entre el aroma que exhalaban las flores del jarrón, mientras él sonriente, se deshizo en una sombra por la rendija que le condujo al mundo donde pertenecía.

La anterior sinopsis no pretende ser un estudio profundo del minicuento. Existen especialistas de esta materia los cuales tienen años de disertaciones, de reflexión indiscutible, de elementos de juicio concluyentes, a quienes debo respeto y admiración. Para mí, la literatura es lúdica, juego con la noche, con el aire, con la manzana, con la palabra, alucino y escribo el agua, bebo la escritura, en fin, solo invito a leer cuentos cortos en tiempos cortos, para entrar a recrear nuestros sentidos después de la hora exacta de un siglo cualquiera…

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