Años atrás, en el 2.009, en el baúl de mi memoria, recorría paso a paso “Burbujas”, el punto de encuentro de la Vereda La Libertad zona rural del Municipio de Puerto Asís, Putumayo, corredor Puerto Vega Teteye., en el que crecí y en el que también habitaba Carmen Kika, apodada así por su estatura que se confundía con las gallinas minúsculas del lugar, lo había inaugurado hace ya unos años, y no había tardado mucho para monopolizar el negocio de la parranda. En mis recuerdos el lugar estaba a reventar, como siempre, tanto que en el octagonal de alambre se confundían los alaridos y el rasgar de las plumas por los picos de los gallos, aun así, “Burbujas” era esa caseta abierta en la noche, en la tarde, al amanecer; de tejas dispares en la bóveda y bases de ladrillos para un terreno sin pavimentar.

Una lejana pero vívida noche además de las mesas de madera y las sillas Rimax desperdigadas se habían dispuesto dos graderías, una frente de la otra dejando un espacio para los gallos  de circo que enmarcaban el escenario en un pedazo del espacio, puesto que la otra mitad estaba poblada del bailoteo de la gente que cantaba y giraba con ya varias botellas de ron y aguardiente en la cabeza, la barra se desprendía de frente a la gallera por lo que las parejas de bailarines se encontraban con la bullaranga de las apuestas, las plumas y la mierda cada vez que requerían una recarga de alcohol.

Las apuestas doblaban la capacidad de la vereda, y aun así iban en aumento cada dos minutos, la noche, la rumba en su apogeo, y yo justo al frente de la barra viendo como Carmen Kika revolvía pócimas extrañas, entregaba y recibía la plata con su sonrisa característica de mujer cálida y generosa, rosando de a poco a mano de todos los clientes y afuera con sus dedos o con uno de sus varios anillos de oro puro que jugaban al par con sus cadenas gruesas y aretes largos que introducían la vista a sus prominentes pechos que decía la gente, llegaban antes que ella a cualquier lugar.

La vi desde lejos con sus labios carmesí tomándose la media de cerveza que no negaba a ningún cliente limpiándose con cualquier trapo de la barra, con los ademanes de mujer de clase, ¡claro, clase para nosotros!, y con su carita pintada de arcoíris que relucía candente cada noche entre los estragos de los borrachos y la rumba; y con su vestido corto color amarillo relumbrante que le encajaba perfecto con sus sandalias plateadas adornadas de piedras falsas.

 Pero, quién diría con tanto dolor en medio y cual témpano de hielo en la memoria, que, a ella, a la mujer deslumbrante de mi infancia, más adelante la veríamos perpetuada con el cuerpo amoratado y rasgado por la perversión de los seres de las sombras, los que nos siguen atormentando hasta los días más recientes. Los paramilitares que en busca de su dinero tenían la excusa perfecta para violarla siete noches seguidas, y que ni sus dos hijos fueron capaz de encontrarla, quizás por falta de valor o por el temor de que a ellos también les hicieran daño.

Después de ver a Carmen Kika un rato desde lejos y absorta en sus movimientos en la barra; un dolor punzante cruzó mi pierna derecha, y es que la tenía vendada por una lesión que me causó un tropiezo con un tronco de cedro por andar en mis afanes de niña brincona en los prados de mi colegio. Recuerdo tanto, que mamá se encontraba en un estado casi que, exagerado de enfadamiento, y con sus regaños de madre tierna y dulce me dijo:

-Angie Fernanda, me haces el favor y te comportas para la próxima, mira como tienes esa pierna.

Yo agaché mi cabeza un poco aburrida, pensando que mi mamá junto a Cristhian y Jhoan, mis dos hermanos me iban a consentir en vez de darme pésimos comentarios. Pero bueno, dije.

Eran las ocho de la noche, del día sábado tres de octubre del 2.009y todos en mi casa se dispusieron para la rumba, yo veía como mi papá se roseaba sobre su camisa color azul una cantidad exagerada de perfume que invadía la casa de un delicioso olor a jazmín, y ni qué decir de mi mamá, pues ella con sus dotes de mujer morena se miraba en el espejo una y otra vez ubicado en la sala, tratando de acomodarse su vestido rojo, que le quedaba un poco grande, pero que sin duda alguna parecía una mujer con dotes de clase.

Vereda La Libertad, 2.009

Al mirar que todos se iban, tuve que ir a la gallera, casi que por un deber conmigo, por mi seguridad y que al no hacerlo sabría que me encontraría sola en la casa a la merced de cualquiera que pudiera llegar y abrir la puerta. “Canambo de Chuquía” el encargado de animar la fiesta, se encontraba en la entrada de la “Burbuja”, invitando a toda la comunidad a que se uniera al parrandón. Canambo de Chuquía fue apodado de esta forma, puesto que cada vez que se embriagaba, aparecía al otro día de la fiesta dormido en cualquier lugar, e incluso no alcanzaba a llegar a la casa y se quedaba tirado en un “chuquio” humedal lleno de lodo.

Pasado unas 2 horas, abandoné la zona de baile con el fin de confrontar la monotonía, y me ubiqué en la gradería de la gallera, en ese momento en la periferia de la “Burbuja” vi como “Alias Chilpo”, el líder guerrillero del frente 48 de las FARC, (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), se ubicaba en una mesa, y ordenando a gran voz cinco botellas de ron y una cantidad exagerada de cerveza, Carmen Kika le entregó el pedido al instante y con un extenso saludo le daba la mano y con la otra recibía el dinero;yo siempre me preguntaba, del por qué a este señor le decían Alias Chilpo, y sí, lo reconozco pues siendo una niña de tan solo 12 años siempre me intrigaba la curiosidad, y empecé a formularme un sinnúmero de preguntas, pues yo solo sabía que chilpo le decían a los pollo cubiertos de plumas medio erizadas y con el pescuezo pelado.

Había escuchado que Alias Chilpo desde muy joven se había metido a las filas de la guerrilla porque nunca le gustó que sus padres le dieran órdenes, también sabía que tiempo atrás habían formalizado una relación sentimental con una chica de la vereda que había sido nuestra vecina que se caracterizaba por ser una mujer hermosa, con sus ojos color azul como el cielo y por su cabellera que le llegaba hasta su voluptuosa cola.A ella los hombres del Pueblo, le decían “mona linda tíranos un beso”, pero ella con su carácter de mujer fuerte les blanqueaba los ojos, finalmente había sido atrapada entre las garras de Chilpo, entonces ella llamada Luz Mary y manipulada por el amor de su vida considerado así por ella, resultó involucrada en las filas de las FARC, la suerte no la acompañó y en uno de los enfrentamientos con el Ejército Nacional de Colombia fue herida gravemente y murió en las entrañas de aquella selva por una fuerte infección en sus herida con arma de fuego.

Y bueno, finalmente llegué a la conclusión de que a Alias el chilpo le decíanasí por su cabello pelipuntudo similar al de los pollos chilposos.Esa noche yo me sentía tan asombrada del jolgorio de la gente con los gallos y la rumba, pero también me causaba curiosidad mirar como dos hombres parados afuera de las estructuras de la “Burbuja”, se secreteaban el uno al otro, claro como todo mundo estaba en su embeleco de la fiesta, no le ponían cuidado a nada. Y sí, quién iba a pensar que le estaban haciendo inteligencia al lugar para darle de baja a Alias Chilpo y causar tantos estragos con la gente de mi comunidad. En ese momento escuché a un miliciano que le decía a un gallero:

-Oye guevón, hay que estar pilosos porque aquí estamos viendo gente que jamás habíamos visto en la vereda, y esos jueputas están sospechosos

Yo solo pensé “ah que, eso no debe ser nada, debe ser puro visaje de esos milicianos”. Pero no, ellos tenían razón, porque los rumores en la vereda, era que los paramilitares en algún momento iban a entrar, con el fin de asesinar a los guerrilleros que campaban en esta zona.

Y quién iba imaginar que a unos dos kilómetros de la “Burbuja” estos sanguinarios estaban planeando una arremetida violenta contra Alias Chilpo, donde su único objetivo era matarlo para cobrar su cabeza y por ahí derecho traer desgracia y dolor entre quienes habitábamos en la Vereda La Libertad, Que la risa y el rojo carmesí de Carmen Kika se transformaría en dolor y sangre, y que, así como aquellos gallos esperaban por su fatal destino en medio de la parranda, nosotros también nos enfrentaríamos al matadero en manos de los que no podíamos nombrar y que ahora, varias décadas después, no dejan de aparecer.


Angie Fernanda Córdoba Dagua.

UNIVERSIDAD DEL VALLE SEDE PALMIRA

LICENCIATURA EN LITERATURA

PERIODISMO LITERARIO

VIII SEMESTRE

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