En un momento de distracción, recurro a redes sociales para actualizar las noticias en medio de mi estrés por el día a día. Veo las historias en Instagram de la alcaldía de Palmira, me llama la atención la información que propone la secretaría de medio ambiente y su programa de protección animal. Es curioso si tengo en cuenta los perfiles de rescatistas y refugios de Palmira donde cada semana se rescatan perros y gatos adultos siendo maltratos, o simplemente en estado de abandono. Y eso me lleva a pensar en las historias que han pasado con gatitos abandonados cerca a mi casa.

            Vivo en la zona urbana de Palmira, al lado de una acequia con varios árboles y amplias zonas verdes no habitables para personas, pero sí para varias especies como las zarigüeyas y las ratas que tienen grandes colonias por ahí, además de algunas iguanas y las aves que vienen a visitar: gallinazos, halcones, bichosfue, garrapateros, etc. Estas son especies con las que estamos acostumbrados a vivir. Sin embargo, de vez en cuando suenas maullidos, delgaditos, llamando a su mami. Es más habitual que la gente bote gatos a que abandone perros. Desconozco las razones, pero puedo hacer suposiciones. Los gatos suelen verse como seres más independientes, autónomos, o sencillamente, este es un país de perros, la gente suele desear más tener caninos que felinos. Sin embargo, no desconozco que ambas especies están marcadas por una cultura dura con otros seres.

            Hablando desde mi caso personal, no puedo dejar de lado el llamado de estos animalitos que la mayoría de las veces apenas han sido destetados. Parece que un mes de vida es suficiente para que aprenda a vivir por su cuenta. El último caso fue hace unos dos años, pero no dejo de temer cuando llega la temporada de marzo-abril, que es por lo general cuando más gatitos nacen. La gente no suele esterilizar a sus mascotas, y ellos, por el llamado de sus hormonas corren a saciar sus necesidades. Tanto machos como hembras representan un alto riesgo para la reproducción de estos animales que en algunos países se consideran una amenaza porque constantemente están cazando la fauna aviar, especies que muchas veces son migratorias. Y si tenemos en cuenta que una gata puede tener de dos a cinco partos por años, y que, además, cada parto puede tener entre tres y cinco gaticos entendemos porque representan una amenaza.

            Hace un par de años, vi un cachorrito felino que pedía ayuda huir de mí porque no quería intervención humana. Tenía demasiado miedo de estos gigantes de dos patas que rodeaban el espacio nuevo en el que había sido dejado. Recuerdo darle un poco de comida y alejarme para que pudiera comer. Apenas llenó su pancita lo suficiente, se fue para encontrar la paz que no le daba estar tan cerca de esos ruidosos seres. Más de un año después volví a verlo, o verla, igual de arisca pero más grande, además, con carga.

            Ganar su confianza fue difícil para nosotros. Se logró hacer un par de meses después de su primer parto. Y fue por un momento de choque para ella. Mis papás fueron a llevarle comida y tenía atrapada su cabeza en una bolsa de aluminio con aroma a pollo asado. Se empezaba a atravesar en la calle sin mediar los peligros. Solo quería sacar la cabeza de esa bolsa. Entre los dos lograron sacarla y eso marcó el inicio de su confianza hacia nosotros. Ahora, vive tranquila en nuestra casa, con algunos de sus hijos que no pudimos dar en adopción por ser esquivos, pero que todos los días vienen del caño a pasar la noche acá, a comer y tomar agua cómodamente.

            Todos están operados. Cuatro hembras y dos machos que hubieran podido producir más de 100 gatos en unos meses se quedaron en solo seis que fueron atrapados y esterilizados en el momento oportuno. 

            Volviendo a mis lecturas de las redes sociales, me alegra que en el municipio se empiece a regular el maltrato animal desde una política pública. Que se luche por una vida digna para esos seres que nos brindan más que compañía. Sin embargo, culturalmente hace falta mucha consciencia sobre el respeto a otras formas de vida. Me alegra que hace mucho tiempo no abandonan animalitos en esa zona boscosa que disfruto cada día, pero, reconozco que las fundaciones en Palmira tienen un trabajo inmenso por hacer mientras el colombiano promedio aprende que los animales son más que objetos que se poseen, que son seres vivos que merecen habitar con tranquilidad en este mundo, igual que él.


Daniela Jiménez Ochoa

Daniela Ochoa

Estudiante de Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle, sede Palmira, cursando el octavo semestre.

Interesada en el ser humano, su contexto y las historias.

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