Llegó diciembre y todo se transforma: el ambiente, los hogares, las calles, los centros comerciales; la música que nos transporta a otros momentos, a otros lugares,  a recuerdos que estaban escondidos y que salen a flote debido al ambiente que lo permea todo.

Este  año, seguramente  las celebraciones no serán lo mismo que en otros: desde cualquier lugar acecha el maléfico virus que ha producido muerte y desolación en millones de hogares en el mundo.  Amigos queridos, conocidos, vecinos han sido víctimas de la Pandemia que nos tiene acorralados y con la desazón del miedo perturbador, que no ha logrado detener las ansias de vivir.

Es por ello, que aún desafiando  la posibilidad de contagio,  las calles se han llenado de gente que busca adornos, que regodea obsequios, que compra lucecitas para iluminar la ilusión de felicidad que nadie deja disminuir.

Diciembre ha sido tradicionalmente el mes de la alegría, de el compartir, de los encuentros con la familia; la oportunidad para el regreso a casa a espantar la ausencia que dejo la partida de los que amamos.

Es el mes de los perdones porque sentimos que debemos iniciar el año que comienza sin manchas de  rencor en nuestras almas, sin el desasosiego de la culpa en nuestro ser.

Ofrecemos y pedimos perdón porque estamos construidos con trocitos de soberbia que nos vuelve artificiosos  y  desagradables; ofrecemos  y pedimos perdón porque a veces se nos alborota el orgullo, el engreimiento, y la inmodestia, defectos que se magnifican en la medida que se vuelven constante en nuestra manera de ser.

Pero diciembre con su ambiente especial y único juega  a nuestro favor y nos presta el  valor para reconocer nuestras debilidades y para perdonar las de los otros; es como si la música, las luces el ambiente, nos dejaran en ceros para iniciar el año venidero livianos de equipaje y de enconos.

Desde esta columna que me permite ser plural les deseo a todos los  lectores una navidad en paz, en alegría,  y sobre todo, en  compañía de quienes aman y les aman y dejemos que aquella voz que canta “y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” esté en nosotros.

El Director

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