Para: Arrierías 51
La osadía, ignorancia y falta de respeto por parte de unos sujetos “de la alta sociedad cartagenera”, generó un escándalo nacional que trascendió fronteras: una parte de las murallas de la famosa ciudad colombiana fueron pintadas y “remodeladas” por orden de las directivas de un famoso club náutico que tiene en el sitio un restaurante costoso y de acceso exclusivo para turistas de gran poder económico y, por supuesto, de ricos turistas colombianos.
Estuco, pintura y “raspados” hechos en la muralla por unos obreros que trabajaban bajo las órdenes de la misma junta, dañaron un patrimonio nacional, catalogado por la Unesco como Monumento y patrimonio histórico sin tener autorización del Estado para las “remodelaciones”. Ignorantes con dinero y poder que creen que su status social y económico les da derecho al abuso pasando por encima de la ley y el orden. ¡Estúpidos!
La tendencia a destruir -por desconocimiento o por taras culturales y/o políticas-, monumentos históricos, arte o patrimonios reconocidos por la Unesco o por las autoridades de un país o región, es frecuente en el convulsionado mundo actual.
En Borja, España, no hace muchos años, fue destrozada por una anciana una reconocida pintura de un Ecce Homo que estaba al interior de una iglesia, personaje ella quien, sin conocimiento alguno sobre técnicas de restauración, repintó la imagen cambiando, sustancialmente la cara, el semblante del Cristo doloroso que reflejaba dicha pintura. Esa imagen destrozada le dio la vuelta al mundo y fue objeto de burlas y sainetes. Arte burlesco, llamaría yo.
En marzo del 2001, fueron dinamitadas estatuas de dos Budas inmensos en una rural y despoblada zona de la localidad de Bamiyán, Afganistán. Uno de 55 metros y otro de 38 metros de altura, estatuas colosales que daban una bella imagen a la desértica zona y se habían convertido, por centurias en objeto de visita turística. Pues los famosos Talibanes, con su reconocido fundamentalismo, volvieron añicos estos Budas que tenían una historia de 1.500 años de haber sido manualmente elaboradas por artesanos y creyentes de la época. Bárbaros modernos 1
En el Quindío tienen abandonada una construcción que es monumento nacional: La Estación del ferrocarril, convertida en un basurero, sitio predilecto de habitantes de la calle con habitual consumo de drogas alucinógenas y en cementerio de chatarra. Siempre que hay campañas locales, regionales o nacionales, los politiqueros, todos a una, hablan de la cultura y de inversiones para recuperar el bello edificio, pero no hay dolientes como tampoco hay ayuda y protección para una de las instituciones más emblemáticas y queridas del departamento: la Banda Sinfónica Departamental integrada por músicos profesionales de gran valía. Sin contratos, sin estabilidad laboral, sin protección social, los integrantes se ganan la vida integrando otros grupos o haciendo “chisgas” (como llaman a los toques informales). Una vergüenza y el gobernador ahí, prometiendo e incumpliendo. Estos políticos son un fiasco.
En Caicedonia no hemos escapado de este abandono por la cultura y el arte. Hace años, como por arte de birlibirloque, hicieron desaparecer por asfixia económica el Encuentro de escritores por la Paz de Colombia, evento de trascendencia nacional que daba reconocimiento a este bello municipio que sufrió, hace muchas décadas, la violencia política que sacó de la vida a muchas personas por mezquinos intereses partidistas. En administración anterior a la actual, se cometió un sacrilegio con una obra pictórica, un mural, hecho por uno de los más connotados pintores del pueblo, Eduardo Mejía.
Como siempre, el paso del tiempo a empezó a deteriorar la obra sin que alcaldía alguna metiera mano en la recuperación de la obra. Pues alguien lo hizo: contrató a un resanador de paredes, que no un restaurador, y se tiró la obra, especialmente la referida a la imagen del indígena representativo del municipio. La figura original del personaje, mirando en lontananza, se cambió por una imagen de pintura negra mirando al piso; la lanza retocada no corresponde a la original; cambiaron el guayuco original por una tanga; un pectoral por una especie de canasto amarillo; los aretes no aparecen en la figura retocada, en fin, me haría interminable haciendo referencia a este bodrio que nos dejó por herencia una administración para olvidar. Preguntas: ¿quién dio la orden del resane? ¿Quién el “artista” que hizo el daño?, cuánto “invirtieron en el daño? ¿Hubo intermediarios? ¿Quién hizo la interventoría? No sé por qué este desarreglo guarda gran semejanza con la” restauración” hecha por la anciana sobre el Ecce Homo en Borja.
Las respuestas no deben ser para Arrierías ni para quien esto escribe. Creo que el pueblo merece saber el destino de sus impuestos y exigir la protección de los bienes públicos o de interés público.
Por último, es importante aclarar que nadie, absolutamente nadie puede cambiar la esencia de una obra artística, excepción hecha de su autor. Ni el gobierno, ni los familiares, ni los amigos pueden cometer el atropello de desfigurar una obra. Ah, claro, solo los… ¡talibanes!
POST SCRIPTUM: Definitivamente, en esto del arte y la cultura en el ámbito mundial, nacional, regional y local, estamos en manos de “doctores” y politiqueros a quienes les queda grande… ¡su propia pequeñez!
Los hechos lo corroboran. Desde la Mona Lisa hasta los Mejía de hoy ,queriendo ser borrados por gente que ahora se hacen llamar de «gente de bien». La obra de Mejía es la historia vivida a través de la pintura del realismo mágico de Caicedonia. Es un libro abierto para la generaciones del futuro y del presente.