Texto leído durante el conversatorio : “Historia de Caicedonia, una mirada cultural”
Hoy añoramos las viejas casas símbolo de la arquitectura paisa que con sus altas y grandes puertas, sus ventanas y postigos, sus aleros y balcones, albergaron a los miembros de numerosas familias fundadoras del pueblo. Casas que fueron en su momento, testimonio de una época también de progreso, cimentadas entonces en materiales sencillos que reflejaban la nobleza y sencillez de una raza: la guadua y la esterilla, la madera y el barro.
Tantos recuerdos nos quedan, pero esas fueron otras lindas épocas ya vividas…y que no volverán…hoy, son otros tiempos..
Caicedonia, nuestra querida ciudad Centinela, creció, se antojó de ser ciudad y se perfila hoy como un próspero y atractivo destino turístico en la ya reconocida “ruta del café” integrada al Paisaje Cultural Cafetero, Patrimonio de la humanidad. Siempre he creído, que para que un pueblo alcance como ciudad, un desarrollo humano, integral y sostenible, debe tener como base, como cimiento, el trabajo comunitario, la cultura y el conocimiento. Son estos tres pilares los que nos permiten progresar mediante un aprovechamiento racional de los recursos y de las materias primas pero también generar una cultura de equidad y dejusticia con las que se fundamenten la sana convivencia, el respeto por la biodiversidad y de toda forma de vida.
Si deseamos que Caicedonia se convierta en esa ciudad educadora y cultural con la que siempre hemos soñado, debemos propiciar un ambiente en el que se fomente una nueva cultura ciudadana , aquella con la que se recuperen los deseos de los niños y de los jóvenes por el estudio, por la autosuperación, su interés por el conocimiento, la sana convivencia y el respeto por lo público y por la vida; debemos impulsar proyectos que permitan que nuestro municipio se convierta, tanto en lo urbano como en el sector rural , en un territorio formativo de la cultura de la paz en donde se expresen las más caras virtudes de hombres y mujeres que entienden que la cultura del diálogo y de la no violencia, el civismo igual que el respeto por la vida, son el más rico patrimonio de los pueblos.
Para ello es necesario brindarle oportunidades a nuestros jóvenes, para que tengan oportunidades de desarrollar un proyecto de vida y sean ellos, los que formados en diferentes disciplinas, apliquen los conocimientos y aprovechen los avances de la ciencia y de la tecnología desarrollando proyectos productivos innovadores, emprendimientos fundados en el aprendizaje (emprendizaje) que permitan enfrentar con la comunidad problemas como el del desempleo, la falta de fuentes de trabajo y de oportunidades ayudando a resolver el bajo nivel de ingresos y la poca capacidad adquisitiva que hoy tienen sus habitantes y sus familias.
El desarrollo educativo y cultural en la Centinela del Valle deberá ser en los próximos años, la mayor preocupación tanto de sus gobernantes como de todos los ciudadanos y para ello es necesario propiciar más ambientes académicos, programas culturales, deportivos y recreativos con los que se canalice un sano aprovechamiento del tiempo libre para los niños y los jóvenes; así estaremos contribuyendo a cambiar la mentalidad hedonista, facilista y rumbera que hoy les caracteriza a muchos de ellos. Esa pseudo cultura de la rumba desenfrenada y el uso inadecuado del internet, del celular y de las redes sociales, que lo único que logran es fomentar el vicio y la desocupación.
No podemos olvidar que Caicedonia fue un pueblo soñado, proyectado y planificado, lo cual se evidencia en su perfecta cuadrícula, en el ancho de sus calles y carreras, así como en la ubicación estratégica de sus parques y avenidas, de sus templos, cementerio, escuelas, colegios y hospital. Por ello es que hoy debemos preguntarnos a qué tipo de desarrollo es que le queremos apostar: y, entender la importancia de impulsar un desarrollo a escala humana: aquel que de manera integral y sostenible, con fundamento en el trabajo comunitario en la cultura y el conocimiento, sea respetuoso de nuestra historia, de los valores y atributos que nos legaron nuestros ancestros y nos dieron la identidad de un pueblo pujante y audaz.
Si no queremos perdernos en una modernidad caótica y sin sentido, en un progreso desordenado y sin identidad, debemos procurar adoptar a futuro, Planes de Desarrollo Integrales y un Plan de ordenamiento urbano consecuente con las tendencias de la modernidad pero también acorde con el reconocimiento que de Paisaje Cultural Cafetero nos ha hecho la Unesco como patrimonio de la humanidad, reconocimiento que podemos llegar a perder si no hacemos algo por conservarlo.
La invitación es a que se lidere con la comunidad un Plan de ordenamiento y de conservación del Patrimonio, natural, cultural y arquitectónico, con una reglamentación que permita preservar lo poco que nos queda en materia de patrimonio urbanístico, así como del manejo adecuado del espacio público, de las vías, zonas de parqueo, de los bienes y edificios de interés educativo y cultural así como de las áreas verdes, parques y escenarios deportivos, con su respectiva señalización. A que sigamos promoviendo una cultura turística de tipo ambiental, sostenible y sustentable, pero fundamentada en el desarrollo humano integral, y, respetuosa del bien común, para no caer en un turismo depredador, en un progreso sin dirección y norte, ni en un desarrollo desordenado y deshumanizante.
El pasado 25 de junio se cumplieron 10 años de la declaratoria y reconocimiento por parte de la UNESCO del Paisaje Cultural Cafetero Colombiano (PCCC) como patrimonio de la humanidad y a manera de balance lo que puedo concluir hasta ahora, es que poco o casi nada ha impactado esta declaratoria en lo relacionado con el bienestar social y calidad de vida de quienes son los verdaderos protagonistas de la cultura cafetera, es decir, los hombres y las mujeres del campo que a mi modo de ver, son los que han contribuido y siguen aportando con sangre, sudor y lágrimas, a construir ese paisaje del que hoy nos sentimos orgullosos.
El PCCC enfrenta el desafío de permanecer, fortalecerse o desaparecer como tal y, SÓLO SI se conserva el equilibrio entre los cuatro capitales: el económico, el social, el cultural y el ambiental, se logrará la sostenibilidad y la sustentabilidad como condición de salvaguarda para su conservación y desarrollo, y, ante todo, el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes del territorio,
Por eso considero que además de los criterios y matrices que contienen el Plan de Manejo y Conservación del PCCC a nivel local y regional, para la conservación de sus valores y atributos, deben tenerse en cuenta también los indicadores del Índice de desarrollo humano (IDH) y de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), así como los de la huella de carbono y de huella hídrica.
Manfred Max Neef, economista autor de la teoría del desarrollo a escala humana decía que “es la economía la que debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía”…Es decir, debemos promover un modelo económico que no sólo piense en el crecimiento físico y financiero sino también una economía con desarrollo humano integral. Es una economía que apunta a la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales sin deterioro del medio ambiente.
Si seguimos privilegiando más el capital y las finanzas que la calidad de vida y el bienestar, podremos caer en la trampa de tener buenas infraestructuras físicas como la que hoy tiene nuestro hospital Santander pero sin servicios ni atención humanizante y, sin posibilidad de atender dignamente la satisfacción de las necesidades fundamentales del ser humano, de las personas del territorio y ver, como sucede hoy, que nuestros niños seguirán naciendo fuera de nuestro municipio y nuestros enfermos, por falta de atención oportuna y efectiva, seguirán muriendo en otras ciudades.
Por eso no podemos olvidar que “El respeto por la vida es patrimonio de los pueblos cultos y que la cultura es la más alta expresión de libertad que alcanza el hombre”.
GUILLERMO ESCOBAR BAENA
Caicedonia, julio 27 de 2021