Para: Arrierías 45
Esta es la frase más socorrida, más citada, más utilizada por los medios de información, políticos, empresarios y la gran mayoría del pueblo colombiano. Tienen toda la razón.
Somos muy buenos, muy solidarios, muy éticos y luchadores los integrantes de la inmensa población que habita este maravilloso y privilegiado marco geográfico planetario. De eso no hay duda, pero también tenemos que reconocer que, siendo una inmensa mayoría, somos pusilánimes, violentos; que hemos hecho de la vindicta una forma de vida habitual como se comprueba por los constantes hechos violentos que han acompañado nuestra historia desde mucho antes de la llegada de la máquina asesina y destructora del imperio español.
La culpabilidad de los hechos violentos que se presentan en los movimientos de protesta social no puede recaer sobre esa minoría y real de los llamados vándalos, bárbaros, criminales, ladrones, lumpen, etc., etc., etc. También, sobre esa inmensa mayoría silenciosa; recae sobre el individuo conforme que hace uso del “importaculismo”, la manida y coloquial frase que regularmente utiliza quien no se ve perjudicado por el conflicto social o porque les da lo mismo, las atrabiliarias disposiciones de un Congreso, un gobierno, el político de turno; porque tiene asegurada su mesada, su pensión, los réditos de sus acciones, sus inmensas fortunas, sus trabajos con pagos en dólares quienes glamorosamente reciben salarios o prestaciones, aquellos altos ejecutivos de empresas nacionales o multinacionales extranjeras. Personajes que viven en una burbuja sin conocer las grandes necesidades de millones de seres humanos, de colombianos que viven su miseria en nuestras dos costas, en las muy pauperizadas comunas de las grandes ciudades; los indios, los negros, los campesinos.
Desde nuestros escritos en varios medios de comunicación, en conferencias sobre temática de derechos humanos, en publicaciones universitarias, hemos defendido la paz, el respeto por los demás; hemos abogado por la defensa de los derechos de la mujer, de los niños; por la libertad de actuar, de pensar, de amar, de ser tratados con dignidad. Todos estos principios los defendemos, los publicamos, los aplicamos. Defendemos la paz, la DIGNIDAD como esencia de nuestro ordenamiento jurídico y rechazamos todo acto que vaya en contra de esos principios, pero, ¿todos sabemos el origen de esos hechos brutales de vandalismo, de atentados contra lo privado y lo público?
Hoy, más que nunca, recuerdo una oración de uno de los más importantes hombres en la convulsionada historia de nuestro país: “si no queréis, señores de la casta gobernante, ceder ante el justo clamor de las masas, seguid encareciendo la vida, descuidando al hombre y su educación, negando el reparto de la tierra que exigen los campesinos y negando las garantías sociales a que tienen derecho los trabajadores. Arrojad a los empleados a la calle, disminuidles el sueldo a los que quedan; seguid por ese camino, pero no os extrañéis que la revolución venga en una forma turbulenta, dispuesta a castigar a quienes explotan y humillan al pueblo”.
Más adelante, el mismo gran personaje remataba esta premonición en uno de sus discursos: “…cerrad si queréis, las puertas de vuestro espíritu a este clamor de equidad; cerrad los oídos para no oír y los ojos para no ver, pero no extrañéis, entonces, que mañana estas gentes, a quienes se les negó el derecho por las vías legales, hagan uso de la legítima defensa, que así en lo individual como en lo social es un principio de aceptación divina…”.
Esta alocución fue hecha hace más de 70 años por uno de los abogados más importantes en la historia de Colombia, Jorge Eliecer Gaitán, asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948, muerte alevosa que sumió al país en una etapa de asesinatos, vandalismo, destrucción de vidas humanas y bienes tanto privados como públicos dando origen a una de las etapas más tristes y violentas en la historia colombiana, la llamada Violencia Política con miles de muertos dando origen a la formación posterior de grupos guerrilleros que continuaron el espiral de violencia que ha sufrido nuestro país desde la llegada de los españoles con sus violaciones, asesinatos y arrasamiento de comunidades indígenas organizadas.
Violencia, corrupción, injusticia social, discriminación, explotación, desigualdad, indignidad hacen parte de la tradición histórica de nuestro país. ¿Qué decir, por ejemplo, de la educación, la salud, la vida de la mujer y los niños dentro de una sociedad ultra religiosa y machista en la cual se han ido levantando las familias colombianas? Para no extendernos mucho en la temática, tomemos el caso de la salud pública en Colombia. La volvieron un negocio siendo un derecho fundamental. Pocos años después del asesinato de Gaitán, un médico caldense, formado en Harvard e integrante de reconocida familia del Eje Cafetero, descubrió la forma infame como los políticos, gobernantes y comerciantes de la vida y de la muerte se robaban el dinero destinado a la salud pública, igual que ahora. Sus denuncias públicas y señalamientos lo llevaron a sufrir la persecución violenta del establecimiento, de los ricos del país, de los dueños de los medios. Fue tanto su desespero que trató de conformar un pequeño grupo armado que, por supuesto, fue destruido. Lo encarcelan y se salvó del asesinato por parte del Estado, por la presión de la intelectualidad y los profesionales conscientes de Colombia. Se asiló en París, donde murió.2
Con estas protestas y la convulsión generada en épocas de Gaitán y de Bayer, ¿ha cambiado la historia de nuestro país? No, y esto es categórico. La violencia ha estado latente en Colombia desde hace siglos, no es sino recordar la historia de la Gaitana y el asesinato de su hijo Timanco, torturado y luego desmembrado por parte de un asesino y violador, el conquistador español Pedro de Añasco, crimen que dio origen a la formación del primer grupo guerrillero indígena en la historia de Colombia y, porqué no decirlo, de América.
Este tema serviría para llenar páginas y páginas de hechos ignominiosos, violaciones, desapariciones y asesinatos en nuestra convulsionada historia que ha originado la formación de grupos guerrilleros, paramilitares, asesinos, narcotraficantes al servicio de los dos anteriores. La generación actual, en su gran mayoría, no conoce la verdadera historia del país y, por tanto, desconoce, no sólo su Ordenamiento Jurídico o Constitución, sino también la historia, la geografía y la miseria actual originada por políticos, gobernantes pusilánimes, por corruptos y una burocracia arrasadora que absorbe la totalidad del presupuesto nacional. Nuestros impuestos sólo han servido para sostener esa inmensa burocracia corrupta, dilapidadora mientras que más del 50% de colombianos viven en la pobreza absoluta.
La frase los buenos somos más, tiene una connotación real, pues la inmensa mayoría de colombianos nos negamos a aceptar la violencia, a ser corruptos, pero también esa inmensa mayoría, pegada de esa frase que así se convierte en insustancial, no reaccionamos ante la ignominia de políticos y gobernantes corruptos que han originado el caos y desorden que actualmente vivimos. No votamos, callamos, hacemos mutis por el foro mientras el país se lanza al precipicio ante la risa sardónica de políticos, ladrones, violentos y terroristas. Esa es la verdad, mi verdad, la que sabemos y sentimos quienes conocemos el país y el origen de sus problemas. No hacemos parte de la burbuja indolente.
POST SCRIPTUM: Una de las grandes soluciones en nuestro país está en nuestra juventud, en sus trabajadores y estudiantes, en los profesionales con título, pero sin trabajo y sin futuro. La conciencia social y el futuro está en sus manos. Por favor, ayuden en la salvación de Colombia, es el clamor de millones de seres humanos que no hacemos de la violencia una forma de vida y que jamás utilizaremos un arma para atentar contra la vida o integridad de un ser único e irrepetible, el SER HUMANO. Tampoco olvidemos que la DIGNIDAD es el derecho a tener derechos.
- Citado en P´Arriba es P´Allá, Ramírez Monard Mario, tipografía Atalaya, página 169
- Tulio Bayer es autor, entre otros, del libro Carta Abierta a un Analfabeta Político. Fue editado, primero en Bruselas (1968) y luego en Medellín por Ediciones Hombre Nuevo, Medellín en 1977
Buen dia profesor!
Lo recuerdo con respeto y admiracion, y me alegra que se mantenga coherente y consecuente en sus convicciones, sobre todo en esta época de crisis etica y politica.
Permitame compartir un pequeno video sobre la crisis actual y las dos escenarios posibles, desde una mirada humanista:
https://www.youtube.com/watch?v=IZ9lSKP9HZo
Cordialmente,
Gabriel Vergara