“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia

para poder escribir novelas”.

Virginia Woolf

(Adeline Virginia Stephen; Londres,1882 – Lewes, 1941)

El nombre de Virginia Woolf figura junto con el de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka entre los grandes renovadores de la novela moderna. Experimentando con la estructura temporal y espacial de la narración, perfeccionó en sus novelas el monólogo interior, procedimiento por el que se intenta representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en su fluir inconsciente, tal y como surgen en la mente. Algunas de sus obras más famosas, como La señora Dalloway (1925), Al faro (1927) o Las olas (1931), ejemplifican este recurso mediante un poderoso lenguaje narrativo en el que se equilibran perfectamente el mundo racional y el irracional.

Virginia Woolf -Foto de la web

El ensayo Una habitación propia está basado en una serie de conferencias que la autora desarrolló en octubre de 1928 en el Newnham College y el Girton College, ambos femeninos, de la Universidad de Cambridge. La tesis de Woolf queda clara desde las primeras páginas. Sin embargo, dijo que “las mujeres y la novela siguen siendo, en lo que a mí respecta, problemas sin resolver” (Pg.6).  Es uno de los más conocidos ensayos feministas, donde se abordan los obstáculos que las mujeres han tenido para emanciparse y librarse de las etiquetas.

Escribir es casi una proeza llena de dificultades. Porque hay que trabajar (de la literatura no se come) Los escritores sufren toda clase de desalientos: obligaciones familiares, problemas económicos, etc. Para escribir, nos dice Virginia Woolf, son indispensables tres cosas: tiempo, espacio y dinero. Para la mujer escritora estas dificultades se multiplican, tener una habitación propia era impensable hasta el siglo XIX salvo que el padre o el marido fueran muy ricos y complacientes.

En el terreno de la imaginación la mujer tiene importancia, pero en la práctica es totalmente insignificante. Al menos esa es la imagen que los escritores plasman en sus obras de las mujeres. “Algunas de las palabras más inspiradas, de los pensamientos más profundos salen en la literatura de sus labios; en la vida real, sabía apenas leer, apenas escribir y era propiedad de su marido”. (Pg.32)

Una habitación propia se destaca por su prosa que fluye clara y brillante y por su lenguaje sencillo y al mismo tiempo irónico. El estilo narrativo es muy peculiar, enriquecido con una gran variedad de metáforas e imágenes admirables, como la del pescador de pensamientos (Pg.7), la de la mujer con un espejo que distorsiona la realidad a favor del hombre (Pg.27), o la hermana imaginaria de Shakespeare con la misma capacidad y deseos que él, pero sin ninguna de sus oportunidades (Pg.34). En cuanto a la forma de la obra hay que decir que Virginia Woolf se dirige en primera persona y con un estilo muy directo a un público en un doble sentido, como oyente y como lector. El lugar y los personajes son ficticios, casi como si fuera una novela en donde la protagonista es a la vez autora y narradora.

Evidentemente, la cuestión del cuarto propio es, además de una necesidad meramente física, y por ello fundamental, un asunto simbólico en el ensayo de Virginia Woolf porque el cuarto propio establece, al fin, un lugar para la mujer, la ubica en un mundo de hombres en el que se le ha negado esa posición, ese sitio en el que pueda desarrollarse libremente desde el punto de vista personal, pero también intelectual. Eso significa el cuarto propio: la conquista de un espacio vital, la toma de una posición negada de forma secular. De conformar una voz personal y definitoria con la que poder decir las cosas. Que haya oídos que escuchen o no esa voz, y que esa voz pueda poseer mayor o menor razón, ya son asuntos que sólo el tiempo y la costumbre podrán ir moldeando. Al final les pide a las mujeres “hundir hondo la caña del pensamiento en la corriente” (Pg.73)

Es un ensayo que aún hoy continúa siendo válido para describir múltiples situaciones de las mujeres en Latinoamérica “si uno es mujer, la suele sorprender una brusca escisión de la conciencia (…) cuando deja de ser la heredera natural de esta civilización, y se siente ajena, extranjera y crítica” (Pg.66) En esta última frase Woolf destaca el androcentrismo de nuestra cultura (el orden simbólico es masculino, ‘el uno universal’ y las mujeres constituimos la alteridad, la diferencia, lo subordinado), la discriminación y marginación que sufrimos las mujeres tenemos “un margen de maniobra para transformar los significados constituidos, para interpelar y discutir los discursos hegemónicos”[1]

Los cambios que las mujeres hemos obtenido no son suficientes, las condiciones de las mujeres en un mundo de dominación masculina aún son válidos en este siglo XXI. Virginia Woolf nos dice “si somos mujeres, nuestro contacto con el pasado se hace a través de nuestras madres” (Pg.52) Entonces es tarea de las madres de hoy cambiar la forma de pensar de nuestros hijos, para poder vislumbrar un futuro donde realmente el género sea exclusivamente biológico y no una implicación socio cultural.

Tertulia literaria de los miércoles – El Caimo, noviembre 18, 2020


[1] Tiempos de Feminismo, Celia Amorós


AURIA PLAZA

Auria Plaza

Nació en Cali en 1945. Muy niña sus padres se trasladaron a Armenia Quindío.

Su casa fue un mundo de mujeres: la abuela, hermanas y un montón de féminas que entraban y salían. Su madre era modista y siempre estaban las clientas con sus historias. No tuvo educación académica, pues empezó a trabajar muy joven. Vivió en Calgary, New York, San Francisco, Miami, Buenos Aires, Caracas, Bogotá. En el otoño de su vida regresó a la tierra de la infancia.  No ha dejado de soñar. Cree en el amor y la amistad.

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